Faltan 39 días para votar, poquito más de un mes, en horas, contadas al primer minuto de mañana, faltarían 912… y se acabó.

¿Puede cambiar algo el debate del domingo?, ¿podrá cambiar algo el que veremos el próximo 12 de junio?, ¿será que sí, que el arroz ya se coció?, ¿que podrá cimbrar las actuales tendencias?, ¿de verdad los indecisos pesarán tanto como para cambiar el escenario?

Oraculus, la concentradora de encuestas, tan amada por los punteros y tan vapuleada por los rezagados, tiene estos datos: Andrés Manuel López Obrador lleva un piso de 41% y un techo de 47%, Ricardo Anaya tiene 27% en su piso y 31% en su techo (es decir, su puntaje más alto se encuentra diez puntos por debajo del peor puntaje de AMLO) y José Antonio Meade tiene 18% de piso y 22% de techo (es decir, su techo es cinco puntos más bajo que el piso del segundo lugar y 19 que el piso del puntero)... ¿tan tan?

Sin querer jugar al vidente, creo que muy pocas cosas podrían cambiar el rumbo, cosas realmente extraordinarias, casi caóticas, que pasarían por temas como la salud del candidato puntero que, de facto, ha demostrado energía de sobra llevando hasta 5 o 6 mítines diarios en lugares de difícil acceso o, Dios no lo quiera, un magnicidio o un escándalo de proporciones épicas con elementos harto convincentes, un video del candidato pactando con el crimen, recibiendo fajos de dinero, en un escándalo personal de la peor calaña o las imágenes de él maltratando a un perrito… La neta, no creo que nada de eso veamos en las próximas 912 horas.

Andrés Manuel López Obrador es un gran fenómeno porque es el clon, la mimetización, el reflejo perfecto de una mayoría de la sociedad, repleta de estereotipos, llena de falacias argumentativas donde es el dogma el que pesa más, mucho más, que la razón.

Andrés, desalineado en su imagen y en su discurso, a veces de malas, a veces de buenas, a veces amenazante, a veces conciliador, burlón, guardándose su cartera para evitar el despojo, se convierte en un genio político transformado, él mismo, en un ícono, es una especie de cantinflas político... He ahí su éxito: en la empatía con un pueblo que ha sido explotado hasta la médula y engañado un día sí y al otro también.

No importa que no sepa inglés ni que tampoco entienda los vaivenes del mundo globalizado, Andrés es persistente, no se deja y sigue necio, se vende como la voz de los oprimidos a los que nunca han dejado llegar, conoce de pe a pa la visión de los vencidos y el rencor y el reclamo y lo magnánimo del perdón que él, y solo él, pueden otorgar.

Andrés es un genio de la oposición. Andrés, muy probablemente, será presidente en siete meses más. Andrés tendrá, entonces, que jugar el papel que nunca ha jugado en serio: Andrés se convertirá en el máximo poder.

Porque no es lo mismo gobernar la Ciudad de México que el país entero, pregúntenle a Peña Nieto y el Estado de México. Porque no es lo mismo ser un jefe de gobierno de la oposición que ser el máximo poder del sistema presidencialista.

Porque una cosa es el candidato que enternece y otra el presidente que nos representa…

DE COLOFÓN.— Ser pariente del brazo derecho de algunos de los más altos magistrados del país tiene sus beneficios: más de 100 mil pesos al mes, por ejemplo. El jueves le cuento a detalle.

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