Un poco de memoria. El día que el entonces presidente Peña Nieto anunció la construcción del nuevo aeropuerto, el dirigente opositor López Obrador contestó que él estaba en contra y que cuando ganara la Presidencia, echaría abajo el proyecto. Luego vino la primera piedra, y AMLO repitió lo mismo. Y así, siguieron un sinnúmero de declaraciones que apuntaban en el mismo sentido: que la terminal aérea en edificación era un lujo, un botín, un nido de corrupción, un atentado contra la ecología. Lo repitió como dirigente de partido, como precandidato, como candidato.

Pero un día, un buen día, tuvo un guiño: dijo que estaría dispuesto a analizar la viabilidad de Texcoco. Con esa simple declaración una gran parte de la opinión pública, el empresariado, la sociedad civil y los analistas, pensó que López Obrador estaba mandando señales de que rectificaría. Yo fui de esos tontos. Porque luego insistió mil veces en que estaba en contra, y por ahí hubo una segunda ocasión en que prometió considerar la opción Texcoco. Y otra vez, con el argumento de que AMLO no se daría un balazo en el pie cancelando el nuevo aeropuerto, creímos que ganaría Texcoco la consulta. Nos negamos a escuchar lo que repitió una y otra vez el candidato, el presidente electo: él quería Santa Lucía. Se nos olvidó lo que nos enseñaron en la universidad: que cuando tienes una serie de datos hay que quitar los aberrantes. En cambio, nos abrazamos al dato aberrante, a esa única vez, dos veces, en las que dijo que estaba dispuesto a analizar la continuación de Texcoco.

De los errores se intenta aprender.

 

Hoy veo a un presidente que, en materia educativa, está repitiendo exactamente la misma dosis que cuando el aeropuerto: hacer un par de declaraciones para que crean que va a rectificar, y al final tomar la decisión que ha anunciado siempre:

El presidente ha dicho desde hace años que quiere tumbar la reforma educativa impulsada por todos los partidos en el sexenio de Peña Nieto. Se matrimonió con los enemigos de esa reforma: la CNTE, el SNTE, Elba Esther. Ha dicho que quiere pase automático, que con los sindicatos (y sobre todo la impresentable CNTE) redactará las leyes, que no quiere meritocracia sino antigüedad, que no quiere despedir maestros aunque no vayan a dar clases o sean malísimos enseñando. Pero, como en el aeropuerto, veo otra vez a grandes sectores de la sociedad civil y de la oposición creyendo que no lo va a hacer.

SACIAMORBOS: El programa de repatriación de capitales, que dio beneficios a los contribuyentes que tenían su dinero en el extranjero para que lo regresaran e invirtieran en México, logró que volvieran al país 385 mil millones de pesos. Con ello, el sistema financiero recibió en inversiones alrededor de 292 mil 600 millones de pesos. Este compromiso vence este año. Ojalá no se cumpla el pronóstico de que la mayoría de los inversionistas mexicanos que trajeron de regreso su dinero por medio de ese acuerdo, vuelva a sacarlo ante la incertidumbre que genera la autodenominada 4T.

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