Gabriel Zaid es una de las inteligencias más deslumbrantes que yo haya conocido. Con una cultura tan vasta como diversa. Y un cerebro prodigioso que le ha permitido abordar temas exquisitos como los que tienen que ver con esta maravillosa herramienta común que es el lenguaje, plasmados en sus clásicos: Reloj de sol, Leer poesía, Cómo leer en bicicleta y Los demasiados libros.

Pero su inagotable capacidad intelectual lo ha llevado a explorar otros territorios y títulos tan sugerentes como La economía presidencial, El progreso improductivo, El secreto de la fama y De los libros al poder.

Ahora, Zaid vuelve a maravillarnos con: El poder corrompe. Una riquísima compilación de 27 artículos que ha publicado desde 1978 y a lo largo de cuarenta años en revistas y diarios, que sin embargo parece recién escrita. No es un libro de denuncia o impacto temporal. Es una obra mucho más extensa y profunda. Analiza desde el alemanismo hasta el lopezobradorismo, aunque está muy lejos de llevar una dedicatoria oportunista.

Se trata en cambio de una propuesta donde conviven el historiador, el analista político y el escritor prolífico y magnífico que a cada línea nos hace patente que lo más parecido a su sentido del humor es su sentido del amor a un México que le es siempre entrañable. Aunque nos arroja a la cara verdades que no pecan pero incomodan: “la corrupción no fue una característica desagradable del llamado “sistema político mexicano”, fue “el sistema político mexicano”. Y se puso peor, porque los corruptos actuales se creen impolutos”.

A propósito, me congratula coincidir en que algunos de los actos de corrupción más frecuentes son asignar o aceptar cargos para los que no se está preparado. Por eso el autor sostiene que el poder corrompe y marea y se le saca provecho otorgando puestos muy bien remunerados para parientes, amigos, novias o novios. Hay otros ejemplos, como la adulación a los poderosos o hacerse de la vista gorda ante sus propios hechos de corrupción con la complicidad o el sometimiento más abyecto.

Así, Zaid fustiga la corrupción desde la clásica mordida del agente de tránsito, hasta los más altos niveles de gobierno que han incidido en el crecimiento o decrecimiento del país. Lo mismo que las ocurrencias que determinan que un proyecto se acelere o se detenga abruptamente. Es por ello que él es una de las plumas más punzantes y temidas en el ámbito de la crítica a los gobiernos. Como cuando Echeverría presumió que la economía se manejaba desde Los Pinos: “Así fue, y así nos fue”, sintetizó Zaid.

Por cierto, el actual presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió a él, hace poco, en su mañanera del 2 de abril: “Hay un escritor que respeto mucho, aunque a veces no coincido con él, porque tiene posturas distintas: Gabriel Zaid, que no se deja retratar. Una vez lo retrataron y hasta denunció al fotógrafo”.

De tal manera que he de confesarme un privilegiado porque en alguna ocasión lo entrevisté —con cámaras y todo— Para Gente Grande. Hoy, sigo paladeando aquel encuentro y sus artículos de títulos tan deliciosos como: Por una ciencia de la mordida, La República simulada, Corrupción en las alturas o Impunidad declarativa. Contenidos en un libro tan breve como formidable: El poder corrompe. Que deberíamos leer todos. Dije TODOS.

 

Periodista. 

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