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Desde tiempo remotos las distintas culturas del mundo se han dedicado a reflexionar sobre la muerte. Esto se sabe gracias a las diversas prácticas funerarias y festividades.
En algunas culturas, la muerte no significa el fin de la existencia humana, sino la continuidad y renovación del eterno ciclo de la vida.
Esta forma de entenderla, representarla o festejarla, son mostradas en la exposición temporal Visiones de la muerte en el mundo en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM), se informó en un comunicado.
Foto: Cortesía INAH
La muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), alberga alrededor de 130 objetos, entre fotografías, altares y piezas históricas pertenecientes en su mayoría a la colección del museo, representa la percepción de la muerte de países como Egipto, Malí, China, Corea, Japón, Perú, Haití México y Papúa Nueva Ginea.
Dividida en nueve módulos temáticos, el recorrido inicia por el Egipto faraónico (c. 2700 a 1100 a. C.). Los egipcios preparaban su tumba y ajuar funerario de acuerdo con la posición social del individuo. En el periodo Reino Medio (c. 2000 a 1800 a.C.) se creía que la persona se “transfiguraba” en el propio dios Osiris y obtenía la inmortalidad.
En este apartado se exhibe la réplica del sarcófago de Henekuhetepet, sacerdotisa cantora del dios Amón (c.1069-664 a.C., dinastías XXI-XXV, Tercer Periodo Intermedio), de madera tallada, estucada, policromada. Además, las reproducciones en resina, yeso y pigmentos modelados de ocho esculturas en pequeño formato de deidades egipcias vinculadas con la muerte como Thoth, Sobek, Osiris y Anubis.
La segunda sección se dedica al Rito funerario “dama”, el último adiós a los difuntos, entre la cultura Dogón, de Mali, cuyas máscaras awason son el elemento central de las grandes ceremonias funerarias llamadas dama, que duran varios días e indican el levantamiento del duelo por quienes han muerto. Destacan máscaras como la de antílope walu, uno de los primeros animales cazados por el hombre, y la kanaga, que representa un pájaro en pleno vuelo o la danza de la creación del mundo, ambas elaboradas de madera con pigmentos, s. XX.
Foto: Cortesía INAH
En China (apartado tres), entre el 4 y 6 de abril se realiza el Qingming-Festival de los difuntos, fiesta nacional cuyo origen se remonta a más de 2 mil 500 años; su nombre significa “claro y brillante”, debido a que se lleva a cabo a mediados de la primavera, época propicia para arar y sembrar.
Se aprecian dos piezas que ilustran la clásica imagen de la “Rueda de la Vida” o ciclo de la existencia: Thangka, pintura sobre seda, cuyas ilustraciones basadas en las enseñanzas budistas representan a Yama, una iracunda personificación del Señor de la Muerte.
La segunda obra es una placa de metal labrado que incluye a los 12 animales del zodiaco chino, los ocho símbolos auspiciosos o de prosperidad budista y, en el círculo central, tres animales que representan los “tres venenos”, es decir, las principales emociones aflictivas. Ambas piezas son del siglo XX.
Foto: Cortesía INAH
La muestra continúa con la recreación del Ciclo funerario “malanggan”, una segunda muerte (cuarto módulo), que se realiza en la isla de Nueva Irlanda, Papúa Nueva Guinea. Este complejo ritual puede ocurrir hasta diez años después de la muerte del individuo —por lo que no se tiene fecha precisa para su realización— y dura varias semanas, periodo en el cual se elaboran figuras y máscaras que representan el linaje o rango del difunto.
Sobresale la efigie malanggan, que representa a un hombre que es engullido por un pez, pero regresa al mundo por medio del mar; un poste de casi tres metros, hecho de madera, resina, carrizo y pigmentos, usado en dicho ciclo funerario; y dos cráneos sobremodelados; todas las piezas son del siglo XIX.
El Obon- festival de los difuntos en Japón (quinto segmento) se celebra del 13 al 15 de agosto del calendario gregoriano. Es una tradición budista que data del siglo VII y en ella los japoneses acostumbran limpiar sus casas y colocar en el altar llamado butsudan diversos alimentos y frutos, así como linternas o faroles y arreglos florales. Durante el Obon se llevan a cabo alegres danzas tradicionales llamadas Bon odori, para dar la bienvenida a los antepasados.
La muerte jocosa, los gédé en Haití (sexto apartado) se realiza los primeros días de noviembre; la gente se caracteriza de espíritus de la muerte o gédé e invaden los cementerios, calles y mercados. En la muestra se montó un altar dedicado al Barón Samedi, que en la cultura Vudú de Haití es el espíritu principal de los muertos, generalmente se le retrata con lentes negros, sombrero de copa, traje smokin y rostro de calavera.
La conmemoración de los difuntos en Perú (módulo siete) es el 1 y 2 de noviembre. Se levanta un altar en el hogar adornado con flores, retratos de los difuntos, objetos religiosos, frutas, bebidas y un pan de trigo llamado en lengua quechua tanta wawa. Destaca la instalación de una momia original Inca y su fardo funerario (colección MNCM, periodo del contacto, aprox. 1545). Este pueblo creía que el cuerpo inerte debía permanecer intacto y para ello debía momificarse.
La octava sección La festividad indígena dedicada a los muertos: Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es dedicada a México. Fue instalado un altar tradicional compuesto de siete niveles, en el primero es visible un cráneo de barro pintado, que alude al difunto; el nivel dos se enfoca a las ánimas del purgatorio; en el tres aparece la sal para la purificación; en el cuatro, pan de muerto; en el cinco hay frutas; en el sexto, calaveras de unicel decoradas; y en el séptimo una cruz de sal. Se complementa con flores de cempasúchil, velas y papel picado.
Foto: Cortesía INAH
El recorrido cierra con Chuseok, festejo para los antepasados en Corea, fiesta nacional basada en el calendario lunar que se realiza al término del verano y en el levantamiento de la cosecha.
Los miembros de la familia portan indumentaria tradicional hanbok y agradecen a los ancestros la nueva cosecha. Después de la comida ofrendada visitan las tumbas y por la noche disfrutan de actividades tradicionales como samulnori, ensamble de percusiones, talchum, danza con máscaras y ssireum, un tipo de lucha coreana.
Cada módulo posee un collage fotográfico de la ritualidad funeraria. La sección de Egipto fue curada por Gerardo Taber; China, Corea y Japón por Silvia Seligson, con apoyo de Dahil Melgar para el caso del país del sol naciente; Haití, Mali y Papúa Nueva Guinea, a cargo de Raffaela Cedraschi; Perú por Carmela López; y México por el equipo de Comunicación Educativa del museo.
Visiones de la muerte en el mundo permanecerá hasta febrero de 2019 en la Antigua Sala de Monolitos del Museo Nacional de las Culturas del Mundo.