Hay días en que quisiera ser un terremoto,

cimbrar cimientos, trabes y losas, tumbarlo todo,

incendiar vestigios, nubes, tus caminos en mi espalda, dos sueños.

Quizá volverme viento para arrancar lo que sobra,

lo que estorba, lo que hiere; ese lastre que se volvió avalancha.

Pocas veces me he quedado sin palabras, hoy las he vuelto pinole,

tan sólo para no chiflar, para no llamarte.

Esta melancolía es nueva, o tal vez es sólo que hace tanto no la sentía,

que me es ajena, punzante; me arrincona y me emputa.

¿Cómo se vive extrañando? Dime.

¿Cómo se ignora la ausencia? Dime.

¿Cómo se calma la piel desnuda de un abrazo? ¡Anda, dime!

Me quede con ganas de sentirte llover, llovernos, llover contigo;

me faltaron tardes, vuelos, noches y burbujas, también los perros;

la mariposa está triste, aunque a ti no te guste;

las huellas dicen que perdieron el rumbo y ahora hay plumas en mis sueños.

Me miro al espejo y lo confirmo: mis ojos son los de una pantera sorprendida,

Ronroneo, pero no me escuchas, no lo sabes, tal vez ni lo sospechas,

¿Por qué habrías de hacerlo?

Estoy en muina con el sol, con el pasado,

con el hartazgo de los lugares comunes y las dudas.

Sólo me queda mirar la luna y no contar los días,

encender una vela y pensar que el último beso fue un conjuro:

ese que necesitas para encontrarme de nuevo.

Acerca de la autora

Erika Zapata (Ciudad de México, 1974). Abogada y psicóloga. Labora en la UASLP desde hace más de veinte años. Actualmente funge como Directora de Comité Acreditador del CNEIP. Escribe desde que era adolescente. Participó en la Antología de Cuentos por Escritores Mexicanos La Sombra del Porvenir. Escribe en sus dos blogs  y .

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