María Luisa de Parma era nieta del libertino rey francés Luis XV, madre de Fernando VII y abuela de Isabel II, recibió una educación moral permisiva fruto del cruce explosivo de las cortes de Parma (Italia) y Versalles (Francia).

A los 14 años contrajo matrimonio con su primo, el futuro rey Carlos IV; pero se sabía que constantemente coqueteaba con miembros de la corte y nobles. Al saber de la muerte de su esposo, María Luisa de Parma se convirtió en reina en 1788 y tuvo casi tantos hijos como abortos con el nuevo rey español. Sin embargo, la infidelidad de la reina ha sido ampliamente investigada y discutida por los historiadores españoles, los cuales defienden que varios de los hijos de la reina son del político español Manuel Godoy.

Años más tarde, el poeta romántico José de Espronceda la tildaría de “impura prostituta”, mientras que el canónigo de Zaragoza y tutor del heredero, el futuro rey Fernando VII, la definió así: “María Luisa reunía una constitución ardiente y voluptuosa. A sus brillantes calidades exteriores juntaba un corazón naturalmente vicioso, incapaz de un verdadero cariño, un egoísmo extremado, una astucia refinada, una hipocresía y un disimulo increíbles, dominado por sus pasiones”.

El elevado número de embarazos provocó que tuviera terribles problemas bucales que le hicieron perder los dientes.

Poco antes de acceder al trono, tras más de veinte años siendo princesa, María Luisa conoció a un apuesto joven guardia de Corps de su escolta, un rubio extremeño de 21 años que cambiaría su vida. A él se le atribuye la paternidad de los últimos cuatro hijos de los reyes, porque fue en la cama donde se fraguaron sus fulgurantes éxitos profesionales. De ser un capricho, pasó a ser su consejero privado, después Caballero de la Orden de Santiago, Gran Cruz de Carlos III, duque con Grandeza de España, primer ministro y hasta recibió nada menos que el Toisón de Oro. Para él se creó el título de príncipe de la Paz. Acabó haciéndose con el control de la corte.

A punto de terminar el año 1818, enferma de pulmonía, vio cercana su muerte, que aconteció el 2 de enero del nuevo año, en Roma. Sin embargo, Godoy permaneció a su lado hasta el momento final. Tenía 67 años y se sentía sola, "vieja y estropeada, mis nervios me atormentan".

Pero en su lecho de muerte había ocurrido algo trascendente. María Luisa le comentó a su confesor una bomba que, de ser verdad, podría haber arrasado la monarquía borbónica venidera: "Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV, por lo que la dinastía Borbón se ha extinguido en España". Al parecer necesitó desahogarse para alcanzar el perdón del Señor y, así, su alma descansara en paz.

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