Arqueólogos subacuáticos griegos han hallado nuevos tesoros entre los restos de un barco que naufragó en el siglo I a.C. cerca de la isla de Anticitera, en el mar Jónico, conocido por el descubrimiento del denominado "mecanismo de Anticitera", considerado el primer "ordenador" de la historia.

"Hemos hallado trozos de ánforas, una parte del barco con clavos de cobre, huesos humanos, y un anillo de cobre cuyo uso no está aún establecido", declaró este viernes a Efe la arqueóloga responsable de la investigación, Anguelikí Símosi.

El descubrimiento más importante, según la arqueóloga, son varias estatuas, que serán sacadas a la luz a partir del año próximo.

De los trozos de ánforas halladas, fabricadas en la isla de Kos, en el Dodecaneso, y en el sur de Italia, se deduce un posible itinerario del barco.

Por su parte, el trozo de barco con los clavos de cobre aporta información importante sobre la manera de construir buques en aquel periodo.

No es la primera vez que los arqueólogos hallan restos humanos, que, según Símosi, aportan información importante sobre los pasajeros de la nave.

El barco fue localizado por azar en 1900, a una profundidad de unos 50 metros, cuando unos pescadores de esponjas buscaban refugio de una tormenta en un golfo de Anticitera, y desde entonces no ha parado de proporcionar hallazgos.

Poco después se emprendió la primera expedición arqueológica que sacaría a relucir uno de los mayores tesoros que se hayan encontrado jamás en aguas helenas, el mecanismo de Anticitera.

Este artilugio de gran complejidad técnica era utilizado para predecir posiciones astronómicas e incluso la fecha exacta de seis certámenes griegos antiguos: los Juegos de Olimpia, los Juegos Píticos, los Juegos Ístmicos, los Juegos Nemeos, los Juegos de Dodona y los de la isla de Rodas.

Las ruedas dentadas del mecanismo de Anticitera han tardado más de un siglo en ser descifradas y actualmente se encuentran expuestas en el Museo Arqueológico de Atenas.

Las investigaciones se detuvieron en 1902 y no se retomaron hasta 1976, cuando el equipo del oceanógrafo Jacques Costeau recogió el testigo de las expediciones.

En 2014 el Departamento de Antigüedades Subacuáticas del Ministerio de Cultura griego retomó la investigación, y desde entonces cada misión saca a la luz nuevos tesoros.

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