Jardín del Edén

Sobre la tierra que florezco
la sombra de tus manos cava
y mis raíces crecen
como buscándote sin fin.

Tómame cuando me sientas
tentando a tu cuerpo,
aun cuando te encuentres
con alguna dura raíz.

Profundo me sientes
y haces palpitar la tierra,
ajustas entre temblores
las semillas que caen de mí.

Todo se fue al infierno
y ¿cómo traerte de vuelta?
Temiéndote siempre demonio
bendice mi carne de ti.

Fechoría

Bajo el exilio de tus manos,
mis labios palpitan sedientos,
y con coartadas siniestras tomas
lo que ni yo entiendo que tengo.

No hace falta que entre mi carne
a lo profundo y sutil escurras,
pues retuerzo dichos lugares
con tacto abrupto y fechorías.

No te extrañe que en ocasiones
mi sangre envuelva tu cadera
y que demore mi revuelo
por entreverte enredadera.

Catadura

Siénteme llover en los poemas y las cartas,
mide mi cuerpo con la pluma que te escribe,
que no haya tramo vacío en mis hojas,
que no haya tinta que no hable de ti.

Huele el desliz de las fracciones de tu cuerpo,
de tus pieles añejadas, la marca
corregida de lo que pensé de ti
y que no me quedé.

Degústame, degústate a ti desde mi boca,
pruébame, léete, léeme
y siénteme llover en los poemas y las cartas,
y siéntete lloviendo en corriente con mi lluvia.

Cae donde yo caigo.

Quédate donde me quedo
y donde quiero dejarte
y donde te dejo,
y vuelve a oler tus pieles añejadas
y vuelve a mí.

Complicaciones

Si bien no puedo escribirte tan fácil,
ni sentirte cerca cuando llego a hacerlo,
no es porque de amor no muera, lo juro.

Yo te escribo en mis ausencias y en las tuyas,
lo hago sobre tu vacío y el vacío que
en mi fondo se abre, se esparce como una luz
y en una oscura fracción de noche se me acerca.

No he podido hablar nunca sobre tus manos llenas,
ni de las mías,
no he sabido cómo, no era antes sentido.

Me es difícil hablar de ti y hablarte,
dueles un poco en la punta de mis canas
y otro poco en el punto donde nacen,
y justo donde la noche cae en mis ojos
te amo y con este vacío te extraño,
y camino en esta mi penumbra
de un recuerdo tuyo, sin mí.

Garbeo

No sé qué guardo de ti
cada vez que te veo, quizá el aroma.

Olfateo la brisa, y aún cuando no hay brisa
ahí te encuentro, cuando en mis intentos de alcanzarte me quedo sin aire.

Quizá tus ojos, que guardo en las
plumas brillantes de las palomas,
en cada tornasol dicen te quiero.

Malaventurado

Yo te enseñé a mentir
y reviertes contra mí,
me quiebras como chispa,
me arrepientes
deseando nunca haberte enseñado cómo.

Perro desgraciado y vagabundo,
que tus putas prendan
y arda el silencio,
que de noche sea siempre tu calvario,
gato taciturno te observe y te espante,
que no has de morir sino estar siempre vivo,
furtivo al amor y a la carne,
abierto a los cuervos,
expuesto de llagas al sol
y tus putas que arden acompañen tu llanto

Sobre la autora

Regina Monreal Muñiz (San Luis Potosí, 1998), estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Escribe cuentos cortos y poesía desde temprana edad. Ha asistido a talleres de escritura creativa y formación literaria en diversas ocasiones impartidos por escritores mexicanos, y a lo largo de su trayectoria ha recibido premios estatales en las categorías de cuento corto, tres premios locales de oratoria y expresión oral. En los últimos años se ha dedicado a participar en diversos foros de lectura.

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