Entre producciones recientes –con varias figuras jóvenes– e importantes reediciones, este 2018 cierra con una importante cosecha libresca. Aquí una concentrada selección.

Destacaron "Poeta con perro en taberna", excelente debut en el género del maestro Antonio Gálvez Ronceros; la sorprendente "La guerra que hicieron para mí", de Carlos Enrique Freyre; y la vertiginosa "Madrugada" de Gustavo Rodríguez. Hay que apuntar también la cuidada edición impresa de un libro que significa una de las apuestas más ambiciosas y logradas de nuestra narrativa última y que hasta hace poco solo podía leerse por medios digitales: "El espía del inca" de Rafael Dumett.

Luis Hernán Castañeda dio un gran paso con "Mi madre soñaba en francés", Stuart Flores demostró virtudes y oficio en "La velocidad del pánico", y Javier Ponce Gambirazio nos presentó una divertidísima elegía de la sordidez y la venganza en "El cine malo es mejor". Sergio Galarza("Algún día este país será mío"), Mayte Mujica ("Una ciudad para perderse") y Christiane Félip Vidal ("Los espejos opacos") también nos entregaron sólidas muestras de su trabajo. La revelación de este año fue Giacomo Roncagliolo y su "Ámok", una trepidante distopía narrada con muy buen sentido de la oralidad y el ritmo. Hay un camino ahí.
"Orquídeas del paraíso" de Enrique Planas, "En octubre no haymilagros" de Oswaldo Reynoso, "El copista" de Teresa Ruiz Rosas,
"Ciudad de M" de Óscar Malca, "La trampa" de Magda Portal y "El regreso del paraíso" de Marcos Yauri fueron reediciones justas y necesarias de novelas que merecían una nueva oportunidad con las generaciones más recientes.

CUENTO
Lo mejor en este apartado es "Lluvia" de Karina Pacheco: relatos de la confrontación entre la magia del mundo arcaico y el pragmatismo cruel de la sociedad moderna elaborados con una prosa precisa, arropada por un lirismo seco y sugerente. Sobresalieron asimismo "Lobos solitarios y otros cuentos" de Fernando Ampuero, "Su póliza no cubre esta eventualidad, señor Samsa" de Gianni Biffi –trazos de buen humor tomado en serio–, y "Nosotros que vamos ligeros" de Nataly Villena –extravíos emocionales inmersos en el asombro del viaje geográfico–. Por su lado, Juan Carlos Cortázar ("El inmenso desvío"), Juan Manuel Robles ("No somos cazafantasmas") y Miguel Bances ("Flores nocturnas") redondearon un año bastante bueno en este rubro.

Reediciones que animaron este 2018: "París personal" de Marco García Falcón, "Maldita sea" de Julie de Trazegnies, "Huerto cerrado" –que ya cumplió medio siglo– de Alfredo Bryce, y "Los inocentes" de Oswaldo Reynoso, con melancólico prólogo de Alberto Fuguet, quien estuvo este año por la FIL y dejó huella en Lima.

POESÍA

Me quedo con los "Trapos líricos" de Manuel Morales, ineludible poeta de los setenta cuyos "Poemas de entrecasa" son piedra basal de ese acercamiento a lo popular que los jóvenes de su generación defendieron con fervor. Tulio Mora ha recopilado este libro junto a las composiciones inéditas de Morales, anteponiendo un prólogo informado e ilustrativo. Se suprime así un vacío en la obra de un autor ferozmente distinto.
El ritmo de poemarios publicados este 2018 no ha menguado con respecto al de temporadas anteriores. "Matacaballos" de Ana Carolina Quiñonez, "Matrioska" de Valeria Román Marroquín y "Amplitud del mito" de María Belén Milla se hallan entre lo más valioso de este año agonizante.

Regresos: "Vox horrísona" de Luis Hernández. Muy buena edición conmemorativa de Pesopluma. Incluye inéditos. Carlos López Degregorireunió su poesía completa en "Lejos de todas partes". Oswaldo Chanoveconvenció con "El motor de combustión interna", y Lizardo Cruzado decidió suspender el insondable silencio que mantuvo por dos décadas con la reedición de "Este es mi cuerpo", proverbial poemario noventero.

NO FICCIÓN

Mucho que consignar en este acápite. El libro del año –independientemente del género al que se adscribe– es "Guerras del interior" de Joseph Zárate. Vigoroso conjunto de crónicas acerca del choque entre identidad y modernidad en distintas regiones del país a través del testimonio de hombres y mujeres que emprendieron y emprenden una lucha dispareja por preservar aquello que los constituye y da sentido. Por lo demás, su prosa es limpia, esencial, y la investigación que ha emprendido es de una rara minuciosidad. Los premios internacionales que precedieron su publicación estaban plenamente justificados.
Mario Vargas Llosa –estrella indiscutible del Hay de Arequipa– publicó "La llamada de la tribu", un lúcido y estupendo ensayo de tintes autobiográficos dedicado a los pensadores tutelares del credo liberal que lo marcaron y las razones de su viraje del socialismo a las enseñanzas de Popper, Revel y Von Hayek. Camila Cantuarias nos regaló unas emotivas y valientes crónicas sobre infancias heridas por la pobreza y el cáncer en "Los niños del séptimo piso". Con "La fórmula del gol", Jaime Cordero y Hugo Ñopo consiguieron que su libro de estadísticas futboleras no se redujera a un ejercicio de fríos guarismos, sino que se contagiara del furor mundialista. No hay que olvidar "Demoler: el rock en el Perú 1965-1975" de Carlos Torres
Rotondo, y "La biblioteca fantasma" de David Hidalgo, así como "La domesticación de las mujeres: patriarcado y género en la cultura peruana" de María Emma Mannarelli.
Uno de los libros que más me conmocionó este año fue "El hijo que perdí" de Ana Izquierdo Vásquez. Se trata de una sobrecogedora confesión sobre el dolor y los retos de quienes, luego de una tragedia regida por la soledad y la muerte, deben habitar un mundo hostil para los que sufren. Por su lado, Marco Sifuentes cosechó elogios con su "H&H", investigación acuciosa sobre el régimen de Humala y la pareja presidencial que lo conducía entre bastidores. No se puede dar fin a este recuento sin celebrar la reedición de "Ciudadano Fujimori" de Luis Jochamowitz y la aparición de "Todos los hijos" de Mariana de Althaus.

Encontramos aquí sus dos obras testimoniales más celebradas y en ellas los reveses y resquebrajamientos que afloran en las relaciones paternofiliales cuando son puestas al límite. Leerlo es una oportunidad ideal para asediar nuestros elusivos fantasmas familiares. Los míos y los suyos, querido lector.

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