Cansado del drama que se vivía sobre el césped del Dignity Health Sports Park, Agustín Marchesín pidió el balón para ejecutar el penalti número 18 de la emocionante tanda. Para entonces, el meta del América ya le había detenido sus disparos a Rafael de Souza, Hugo Ayala y Guido Pizarro, pero no era suficiente, así que se las arregló por sí mismo.

El argentino no dudó y engañó a Nahuel Guzmán para darle al América su primer trofeo de Campeón de Campeones desde 2005 (0-0, 6-5 en penaltis) y sexto en la historia.

Da lo mismo si llegan futbolistas de renombre como Jérémy Ménez, Nicolás Castillo o Giovani dos Santos, Marchesín es la genuina figura de las Águilas, quienes rompieron el dominio de los Tigres en este duelo (llevaban tres victorias al hilo). Justo premio a un equipo que fue mejor durante los 90 minutos.

Aunque la segunda mitad fue más vistosa que la primera, sobre todo en claridad para generar opciones en las porterías.

Ninguna como aquella en la que Nahuel Guzmán mostró toda su plasticidad. Jorge Sánchez sacó un preciso servicio a Henry Martín, cuyo remate con la cabeza fue casi perfecto: fuerte, picado, pegado al poste izquierdo, pero el meta de los Tigres demostró que -cuando se aleja de polémicas- es top en la Liga MX.

Miguel Herrera sólo atinó a jalarse la rubia cabellera. El director técnico del América creía que era el gol de la diferencia, su delantero yucateco también.

Obra de arte en un partido más bien enlodado por el ahínco de ambos equipos y la dureza en los músculos que ha dejado la pretemporada o la excesiva carga de trabajo en el verano.
Bruno Valdez lo demostró con la jugada que paralizó corazones en el Dignity Health Sports Park. El central paraguayo comprobó que pocos como él para ganar un balón en táctica fija. El problema es que casi marca autogol, de no ser por el poste derecho del marco defendido por Agustín Marchesín.

Más músculo que cerebro. Algunos abusaron, como André-Pierre Gignac, quien comprobó una vez más que es intocable para los árbitros. En la primera mitad, tocó el balón con la mano intencionalmente y en la segunda, tras una falta de Sánchez, empujó e insultó a cuanto jugador azulcrema se le puso enfrente, incluido Marchesín. El silbante, Jorge Pérez Durán, ni siquiera le mostró una tarjeta amarilla.

Al final, de poco le sirvió.

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