Las Vegas.-----En el centro del ring, donde se empiezan las peleas, Saúl Álvarez terminó con el invicto de Gennady Golovkin al derrotarlo por decisión mayoritaria.
Los títulos medianos y el mundo del boxeo se colocan bajo los puños del mexicano que consiguió la victoria más grande en lo que va de su carrera. Un resultado con el que se desprende del peso de la incredulidad que cargaba por ser etiquetado como un producto plástico de televisión.
Canelo es real, Canelo tiene un pedazo de la rica historia del boxeo mexicano. Atrás dejó la página en la que siempre que ganaba parecía que perdía por las críticas sobre su calidad o la de sus rivales. A la hora de los golpes, la edad terminó con el kazajo. La condición física lo abandonó y el mexicano lo aprovechó.
Canelo se apoderó de la parte media del enlonado e hizo retroceder a su rival con el jab de izquierda. GGG temía recibir un bombazo. A partir del quinto round, Álvarez creció. Gastó el cuerpo del campeón con golpeo al cuerpo y uppercuts que enviaron la cabeza del kazajo a clavar la mirada en las ardientes lámparas de la arena.
Un año después de empatar, ambos lucharon por adueñarse del terreno. La cadencia de cintura y el contragolpe estuvieron del lado del tapatío. Desde su vaivén de cadera consiguió el ritmo para hacer fallar al hombre que era dueño del drama.
Sin ser una carnicería sobre el encordado, la sangre broto del rostro de los dos pugilistas que dejaron la cortesía desde hace un año. En el primer campanazo no chocaron puños. En su lugar, los estrellaron en su rostro.
A partir de anoche, cuando hablemos de Saúl Canelo Álvarez hay que volver a referirnos a él: como el campeón. GGG, puedes ir a descansar, tu era ha terminado.