”¡Los vamos a matar, los vamos a matar!”, cantaban con un absurdo orgullo los barristas de Rayados durante el clásico regio. Apología a la violencia que usaron como bandera este domingo, luego de que uno de sus contingentes dejara a un fanático de los Tigres al borde de la muerte por los múltiples golpes con piedras en la cabeza.
¿Qué motiva a una persona, bajo la indumentaria de fanático, a querer matar? Según especialistas, las porras en México son una mezcla de conductas propias de Hooligans y de una capacidad organizativa de los hinchas sudamericanos.
“Se copia la práctica nefasta de los Hooligans [vandalismo y violencia]. Se junta con factores de la etapa de la vida económica y política, porque ‘a río revuelto, ganancia de pescadores’ de alguien que más tarde le quiere sacar provecho”, analizó el doctor José Miguel Candia, sociólogo. “Se parecen más a las porras de Sudamérica que van por el negocio, lo popular y no la platea”.
El catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) también resaltó que en las trifulcas “hay provocadores, grupos que aprovechan la concentración de gente para el robo”.
Pero, ¿qué caracteriza a los grupos de animación del país?
“Hay cierta degradación social, no necesariamente de la marginalidad, pero sí clase media baja que tienen carencias materiales, inestabilidad laboral y ciclos escolares inconclusos. No es un señalamiento peyorativo, sino una segmentación que detonan en violencia”, advierte. “Se ocupan también del reparto de boletos a bajos precios, pero donde le sacan un plus económico. Todo se junta y con el tiempo explotan porque un grupo significa que es la oposición a otro. El problema es cuando se deriva la agresión como colectivo, sus integrantes desean reafirmar su identidad”, agregó. “Los federativos y autoridades poco se han preocupado, hace falta concluir un estudio y una estrategia para prevenir la violencia”.
Buscan identidad. El doctor Marco Antonio González, especialista en psicología social, coincidió que en las tendencias del barra brava es la aceptación de un grupo.
“Llegan a reivindicar a la violencia como una expresión propia. Piensan que son el espíritu del equipo con su canto. Ya he estado en partidos, en El Volcán también y he observado cómo expresan ideas, tratan de hacerse notar en todo el estadio, muchos se acercan para ser parte de una identidad con todo y sus ritos de iniciación”.
González, profesor en la Facultad de Psicología de la UNAM, coincide con Candia, que la violencia en el deporte “es un fenómeno de delincuencia. En Europa hay estadios con medidas de seguridad altas, los Hooligans están identificados, fichados por la policía”, finalizó. “Lo de Monterrey es una alerta, una persona no es un objeto para desnudarla y lanzarle piedras”.