Barranquilla.— Uno a uno, gente de pie se intercala con sillas de plástico para formar un paredón que se extiende a lo largo de los 150 metros de banqueta que colindan con la cancha del estadio Moderno Julio Torres, donde los vecinos del barrio Rebolo fundaron la otra tribuna.

Los habitantes de esta zona al sur de la ciudad, aprovecharon que el renovado inmueble no está amurallado en una de sus caras, para ser parte de los Juegos Centroamericanos, sin desembolsar por un boleto, 5 mil pesos colombianos (32 pesos mexicanos), dinero que en Rebolo nunca es poco y mucho menos sobra.

El futbol en las calles aledañas al Julio Torres sale de la canasta básica. Cuando los niños juegan, lo hacen descalzos. El único par de zapatos ---si es que tienen-- están reservados para los días de fiesta. Pagar por ver un partido, sólo si fuera del Junior con Carlos Pibe Valderrama.

A más de uno de los vecinos les pareció ver durante los 12 días que duró el futbol femenil de Barranquilla 2018, mejores pases que los del Pibe. Desde la banqueta o de los ventanales de las casas, se reunieron para ver la mejor calidad del balompié centroamericano.

“Para nosotros, el futbol ha servido como un entretenimiento que antes no teníamos y que para muchos es difícil pagar una boleta. Nosotros nos las ingeniamos sacando unas sillitas para ver los partidos. Siempre hinchamos por Colombia, pero, desde que quedaron fuera, le hacemos la barra [apoyo], a las mexicanas, que juegan bien”, platica Aleja Cruz.

El futbol femenil fue una de las 11 disciplinas que tuvieron un costo para presenciarlos. Ninguno de los aficionados a la orilla de la cancha podría haber pagado la entrada, mucho menos el precio de los alimentos.

De pie o sentado junto a la cancha, la gente disfruta del deporte favorito con el envase de cerveza sobre la banqueta, tal como sucedió en 1922, cuando en este escenario se disputó el primer partido organizado del futbol colombiano. La cuna del balompíe fue declarado Patrimonio Cultural y Deportivo de la Nación en 2006. Por aquí pasó Pelé en los 70, invitado por Pepsi. De la visita, sólo las crónicas y el recuerdo quedan. Una placa colocada por el brasileño fue robada cuando el estadio se marchitaba en el olvido.

El futbol femenil lo rescató y los vecinos de Rebolo lo disfrutó

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