“Esto es una locura, nadie hace esto por un problema o por odio. Les arrebataron sus sueños. ¿Qué pudo haber pasado para que desataran este terror?”, se pregunta consternado Benjamín, de 69 años, quien fuera pareja sentimental de Graciela María de la Luz Cifuentes Gómez Pezuela, de 62 años, profesora de la UNAM que junto con su hija Gatziella Sol Cifuentes Pezuela fuera asesinada a puñaladas y sus cuerpos incendiados.

Recuerda que Graciela tuvo problemas con unos albañiles a quienes denunció por robo.

“Había trabajadores que estaban restaurando la casa, un promedio de 10 o 12 con un encargado de obra. Parece ser que mi ex pareja tuvo un problema con alguno de ellos porque les cayó robando, los denunció y los corrieron, trajeron a otras gentes. Como hay un antecedente de alguna fricción, los están investigando”, dijo.

En el lugar donde ocurrió el doble feminicidio, trata de reconstruir la historia de terror que vivió su pareja sentimental el 16 de marzo. De entrada, pide que no se publique su nombre ni se muestre su cara; asegura que quienes cometieron el crimen conocía perfectamente los movimientos.

“Nadie se mete a un lugar donde hay vigilancia, había tres perros y no está accesible, no está sobre la carretera, sino en una privada. Conocían que estaban solas, que había perros, que no les iban a hacer nada. Se llevaron el coche… fue alguien muy cercano que sí las conocía.

“Al tipo de la caseta de vigilancia se le hizo fácil decir que yo era el que llevaba el carro robado, vio de cerca [al ladrón] y dice que si lo vuelve a ver, lo puede identificar”, comenta Benjamín al pie del inmueble en Privada de Santa 63, en la colonia Santa Rosa Xochiac, en Álvaro Obregón.

Graciela se defendió; su cuerpo presentaba huellas de haber sido estrangulado y acuchillado. Sol estaba irreconocible, a ella la violaron y después asesinaron con saña, quemaron su cuerpo, Benjamín piensa que para borrar toda evidencia.

“Aquí es donde sucedieron los hechos casi a las 11:30 de la noche. A esa hora salió el coche que robaron de mi esposa, el vigilante lo vio salir y él mismo llamó a los bomberos”, dijo.

“Es un crimen de odio donde hubo mucha violencia, no sólo las ultimaron, las masacraron: tienen golpes, cortes, estrangulamiento y aparte las quemaron. Fue brutal, demasiado odio, destrucción”, agregó.

Recuerda que fue el primero en enterarse por una llamada de la procuraduría capitalina.

Intentó comunicarse primero con Graciela; al no obtener respuesta, contactó a Raúl, hermano de ella, quien le confirmó la noticia.

Vidas coartadas. Graciela tenía 62 años y un agitado ritmo de vida: se levantaba desde las 05:00 horas para prepararle el desayuno a Sol, hornear pasteles para vender, preparar sus clases de cocina y fotografía, con las que mantenía a su hija, y hacía trabajos como fotógrafa independiente.

La joven de 22 años estudiaba el octavo semestre de la carrera de arquitectura a la que logró entrar después de presentar en dos ocasiones el examen de ingreso a la UAM; soñaba con viajar y diseñar rascacielos, disfrutaba la comida gourmet y patinar en hielo, quería titularse.

Las líneas de investigación de las autoridades apuntan a los trabajadores despedidos y denunciados por Graciela tras sorprenderlos robando; otra indica que se pudo haber tratado de un novio o amigo de Sol; y una más señala al propio Benjamín, a quien ayer la procuraduría local dijo que no estaba localizable.

El hombre estuvo ayer en el centro del patio de la enorme casa que habitó junto con Graciela y Sol durante más de seis años, entre restos de libros, revistas, fotografías, zapatos y ropa de mujer, fierros y electrodomésticos chamuscados. Un osito de peluche y un zapato de tacón sin par penden de lo que queda de una antigua máquina de coser; los patines blancos de hielo cuelgan de un mueble carbonizado.

“El único motor que tenemos es que detengan a estas gentes. No quiero saber por qué, no existe eso, no hay nada que avale esto que hicieron. Que los castiguen y se sepa quién fue. Nada dimensiona esto”, dijo.

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