Lavan su ropa y la cuelgan en la calle; durante el día hacen guardias en sus casas de campaña, cocinan al aire libre y los niños juegan en la acera; por la noche, duermen mientras escuchan balazos que provienen de otras calles. Así viven, desde hace seis meses, los damnificados del sismo del 19 de septiembre, pues la vecindad donde residían ubicada en la calle Privada de Valencia, colonia Zacahuitzco en la delegación Iztapalapa.

Son 55 personas, entre ellas dos mujeres embarazadas y 21 niños, quienes el 23 de septiembre del año pasado desalojaron la vecindad ante el temor de que se derrumbara.

Iris, de 37 años de edad, es madre de cuatro menores de edad; también se encarga de llevar a sus hijos a la escuela y cocina alimentos que comparte con los demás afectados.

Ella cuenta que a veces se cooperan para los alimentos, uno de los vecinos decide lo que se cocinará, por lo regular se hacen caldos que rinden para varias personas.

Después del temblor, Iris y sus vecinos notaron que las paredes tenían fracturas, estaban ladeadas y el edificio se inclinó hacia la derecha. Lo único que bajó de su vivienda fue su lavadora y la dejó en la banqueta.

La mujer confiesa que sus hijos le piden regresar a su hogar o irse a otro lado, ya no quieren vivir en una casa de campaña con capacidad para dos personas, en la cual duermen ella, su esposo y sus cuatro hijos.

“Es horrible vivir en un campamento. Nuestras necesidades son muchas, el baño diario, el hacer de comer al aire libre. Los niños se salen de la casa de campaña y no los podemos cuidar”, relata.

En este lugar, los refugiados han sufrido las lluvias de noviembre, el frío de diciembre y el calor de las últimas semanas. A finales de 2017, los niños se enfermaron, incluso Yandel, de 5 años, se convulsionó.

María de Lourdes, la representante de los habitantes de la vecindad, quien también comparte alimentos con Iris y su familia, lleva una cadena con varias llaves, una de ellas es de su casa de campaña, en donde guarda sus pertenencias para protegerlas, tiene dos colchones, donde duerme con su hija y sus tres nietos.

La mujer dice que nunca tuvieron baños portátiles, el año pasado otros vecinos los dejaban entrar al sanitario pero ahora usan los que están en la planta baja de la vecindad, por seguridad no permanecen más de 20 minutos en el lugar.

Lourdes destaca que no saben qué hacer, los primeros tres meses recibieron el dinero de apoyo para pagar una renta de parte del gobierno, pero no han buscado otro lugar a dónde irse porque llevaban varios años viviendo en esta vecindad.

El dueño del edificio, “no se ha aparecido”, dicen; mientras ellos esperan coincidir en una cita con la delegada para entregarle una petición y que los ayude a definir qué pasará con ellas, sus hijos y los niños del campamento en los próximos meses.

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