Liliana Blum (Durango, 1974) es autora de las novelas Pandora (2015), El monstruo pentápodo (2017) y del libro de cuentos Tristeza de los cítricos (2019), entre otros títulos igualmente notables.


Autora de historias crudas y violentas de las que es imposible terminar sin salir con un nudo en el estómago y a las que hay que tratarlas con sutileza. Blum se consolida como una de las autoras más representativas e interesantes de nuestro país, cuyo éxito no se registra solo en México, sino también en el extranjero. Una autora a prueba de balas que habla desde los distintos tipos de violencia sin recurrir a los eufemismos.

Pregunta: Liliana, ¿cómo comenzó tu carrera como escritora y en qué momento decides dedicarte a la tarea de escribir?

Respuesta: Fue en mi niñez que empecé a contar historias. Por el trabajo de mi padre cambiamos de ciudad varias veces, cada dos o tres años, y siempre he sido muy introvertida y mala para relacionarme con los demás. Para cuando conseguía tener una amiga, ya nos estábamos mudando otra vez. Pasaba mucho tiempo jugando sola. La televisión nunca me llamó la atención, así que jugaba con mis animales de peluche y les inventaba historias dramáticas  que podían extenderse durante varios días. Sin embargo, fue hasta preparatoria que escribí mi primer cuento y gané unos concursos que me convencieron de que quería dedicarme a escribir.

P: Escribes novelas, pero también cuentos. ¿Cómo se siente pasar del terreno de las historias cortas a las historias largas, o a la inversa?

R: Me inicié en la literatura con el cuento y escribí varios libros que no son tan conocidos: La maldición de Eva (Voces de Barlovento, 2003), ¿En qué se nos fue la mañana? (Instituto de Tamaulipas para la Cultura y las Artes, 2007), Vidas de catálogo (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007), entre otros. Siempre había querido escribir una novela y escribí una breve: Residuos de espanto (Ficticia, 2013), pero logré escribir una novela larga hasta 2015, que salió Pandora.

Ambos géneros son muy satisfactorios de escribir,  tienen sus propios retos y creo que hay que retarse a uno mismo para salir de la zona de confort. En mi caso, la novela era mi ballena blanca. Soy muy exigente conmigo misma y no lograba escribir algo que me dejara satisfecha. Se siente bien pasar de las historias cortas a las largas, y de vuelta, para evitar el sentirse demasiado a gusto en cualquiera de ellas.

P: Tristeza de los cítricos, el libro que Páginas de Espuma ha editado, no solo nos hace encarar a la violencia, sino que también desvela que hay pequeñas apariciones que vuelcan la vida a través del realismo sucio que envuelve tus cuentos. Si tuvieras que elegir una de las historias de este libro, ¿cuál sería? 

R: Me pusiste a pensar mucho...Elegiría Luz de mi vida, fuego de mis entrañas, que son las líneas que abren la novela de Lolita. Este cuento es importante para mí porque es uno de los leit motifs de mi literatura, que se puede ver en otros de mis primeros cuentos y obviamente en El monstruo pentápodo. No solo porque se toca el tema de la pedofilia, sino porque el cuento engloba la imposibilidad de las relaciones humanas: la violencia soterrada que se esconde en casi todas las familias, el abuso de los adultos sobre los niños, de los hombres sobre las mujeres. La mentira, la manipulación, la culpa, la idealización de las personas, la desilusión de la realidad. Este cuento nos muestra lo compleja y oscura que es la naturaleza humana, que es una de mis mayores obsesiones. Entenderla.

P: Ahora las mujeres escriben más sobre violencia, y a veces con más crudeza que hace sentir la ficción más vívida. ¿Percibes la vida más cruda que esperanzadora?

R: Cada escritor enfoca sus palabras desde el ángulo que la vida le ha permitido ver. En mi caso y desde que tengo memoria, la crudeza, lo rudo de la vida, ha sido lo que más he visto, lo que más he vivido. Desde luego que hay seres humanos que brillan por su bondad, por cómo se solidarizan con otros, pero basta con entrar a las redes sociales para darnos una idea de la violencia, agresividad y mala leche que nos rodea. Y eso sin asomarnos a otras realidades, como el turismo internacional que atrae la prostitución infantil en Tailandia y Filipinas, las formas en las que los narcos torturan y asesinan, cómo hay pillos que son capaces de despojar a un anciano del poco dinero que tiene, muchas veces desde puestos altísimos de poder. La verdad es que esperanza me queda poca

P: En cuanto a El monstruo pentápodo, hay una crudeza en la historia del hombre que encierra a una nena en el sótano...estas historias a menudo pasan desapercibidas o son intencionalmente silenciadas.  ¿De qué modo aterrizas la realidad y decides escribir esta historia?

R: Siempre había querido escribir de este tema por razones personales. Las citas que incluyo entre capítulo y capítulo de la novela, son de otros textos que ya había leído hacía años, y que de alguna manera convergen con mi historia. Es decir, sin habérmelo propuesto. A lo largo de mucho tiempo me había estado preparando para escribir El monstruo pentápodo.

Curiosamente, la realidad siempre se las arregla para superar a la ficción. Recuerdo que poco después de que salió mi novela descubrieron el grupo de trata infantil en donde unas niñas señalaron al ya difunto Joan Manuel Sebastian como uno de los clientes y meses después capturaron al “Monstruo de Ecatepec”, Juan Carlos Hernández Bejar y su cómplice, Patricia Martínez Bernal. Sin duda, mi novela se queda corta ante las atrocidades de este par. Siempre que uno cree que puede imaginar el máximo de maldad y lo plasma en una historia ficticia, vienen seres humanos de carne y hueso para decir: hold my beer.

P: Por otra parte está Pandora, una novela erótica, cruda y conmovedora. ¿Cómo surge la historia de esta mujer corpulenta que se entrega a su propia desgracia?

R: Surge hace muchos años a partir de dos hechos en mi vida. El primero fue un español guapísimo que conocí durante mi carrera en KU. Era guapo más allá de lo normal: guapo nivel Hollywood. Y esto es relevante, porque este chico siempre tenía por novia a una mujer mórbidamente obesa. En ese entonces no nos podíamos explicar el por qué: si en la universidad había estudiantes que parecían Barbies, ¿cómo era que ese hombre guapísimo prefiriera a las gordas? No lo pude entender hasta más tarde, cuando me hice amiga de un psiquiatra forense que me habló del feederism.

El segundo hecho fue cuando vi una noticia sobre una mujer muy obesa en Florida, que se quedó pegada a un sofá porque un día ya no se pudo levantar más. Vivía con su familia, que la seguía alimentando, pero no la limpiaba. Un día le dio un paro respiratorio, la tuvieron que llevar en el sofá en un camión al hospital, pero murió cuando la trataron de despegar.

Eso me dejó pensando: ¿cómo puede ser que un día sea el último en que te puedes parar para ir al baño? Sin duda un parteaguas en la vida. Y bueno, fue a partir de esos dos hechos que nació la idea de Pandora. Sin embargo, pasarían más de quince años para que pudiera ser escrita.

P: La madre de Pandora, como lo habías comentado en una ocasión, nunca fue una buena madre. En cuanto a las apariciones que hace siempre sale a relucir el deseo de que su hija adelgace, ¿la intención tiene que ver con los cánones de belleza actual?

R: La mamá de Pandora luce peor de lo que es. Ser madre es algo muy complejo y nunca sale una bien librada. En el caso de la madre de Pandora, ella quiere que adelgace y es muy estricta e insistente con ello. Sin embargo, como padres, siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Si pudiéramos elegir lo mejor para ellos lo haríamos. Si nos dieran a escoger entre un hijo feo o uno bien parecido, elegiríamos lo segundo. Entre uno de poca estatura y otro alto, también iríamos por la segunda opción. Entre un hijo de pocas luces y uno inteligente; entre un hijo enfermo y uno sano; entre un hijo de sangre pesada y uno carismático; entre un hijo con problemas para relacionarse y uno extrovertido; entre un hijo obeso o uno con cuerpo dentro de los parámetros de normalidad. Es decir, elegiríamos lo segundo porque la vida es más fácil para quienes son altos, guapos, inteligentes y tienen mejor cuerpo, salud, etc. Entonces, la mamá de Pandora quiere lo mejor para su hija porque no quiere que sufra en un mundo que es increíblemente cruel con la gente obesa; la paradoja es que, al tratar de evitarle ese destino, es ella, la misma madre, la que termina haciéndola sufrir.

P: A menudo la gente te perfila como «la escritora ruda y de los temas perturbadores», pero que logra tocarlos sutileza. ¿Por qué Liliana Blum aborda estas temáticas que suelen aparecer como subrepticios desaciertos de la vida diaria?

R: Siempre es complejo contestar por qué uno aborda ciertas temáticas. Alguna vez escuché que los temas nos escogen a nosotros y no al revés. Puedo decir que yo jamás he elegido un tema porque esté en boga o porque es lo que “vende” en cierto momento. Creo que los temas en mis textos son precisamente los que me obsesionan, mis miedos, los enigmas que quisiera entender.

P: Si bien es cierto que dentro de tus influencias destacan Rosario Castellanos, también he leído que gran parte de tu formación como escritora se vio entrelazada por Margaret Atwood, ¿de qué manera influyen estas mujeres en la formación de la escritora que ahora eres?

R: Una de mis primeras influencias fue Rosario Castellanos, con sus cuentos de Álbum de familia. Fue un descubrimiento encontrar a una mujer con temas de mujeres, cosas con las que podía relacionar mi propia vida. Más tarde en la carrera, un maestro nos puso el cuento de Rape fantasies, de Margaret Atwood, y desde allí me volví fanática de Atwood. Para mí es la mejor escritora viva en el mundo.

P: ¿Esta contingencia ha sido de escribir?

R: Lamentablemente no. He leído mucho. Si no tuviera que ocuparme de mi hija, de mis perras, de la situación doméstica y el trabajo, no haría otra cosa más que leer. Es lo único que me ayuda a eludir la realidad que me aterra. Sí he estado escribiendo, pero muy poco, muy lento. Hay días que escribo máximo un párrafo; hay otros en los que no escribo nada. Desde luego esta situación me llena de angustia profunda. Ha sido muy difícil concentrarme.

P:  Si tuvieras que ser algún personaje literario de la historia, ¿cuál serías?

R: Me gustaría ser William de Baskerville, de El nombre de la rosa, de Umberto Eco; o bien, Bill Hodges, de la trilogía de Mr. Mercedes, de Stephen King.

P: Para finalizar Liliana, ¿hay algún proyecto en mente?

R: Yo por proyectos no paro. Lo que me falta es tiempo, vida y ahora durante la situación de la pandemia y el debacle económico del país, lo que me falta es cabeza para concentrarme. Pero siempre estoy trabajando en un proyecto nuevo, aunque sea a la velocidad de un caracol aletargado. Ahora mismo trabajo en la escritura de una novela juvenil, y también en una colección de cuentos fantásticos. Quizá voy al 10% de cada uno, debo admitir. 
Y bueno, mi nueva novela, la tercera junto con Pandora y El monstruo pentápodo, está por salir en cualquier momento. Adelanto que es más fuerte que las últimas dos juntas.

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