Generosa, atenta y extrovertida, esa es Isabel Allende (Perú, 1942) una de las escritoras más reconocidas en el mundo actualmente, que habla desde la herida con valentía y determinación. Agradecida por las peripecias que la marcaron en su infancia y que hoy han forjado a la escritora en español más leída en el mundo.
En 1981, escribió La casa de los espíritus, novela que la hizo a saltar a la fama y con la cual comenzó una obra que ha vendido más de 72 millones de ejemplares y traducida a más de 42 idiomas. Su culto, talento y disciplina la llevaron a obtener el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010.
La casa de los espíritus y De amor y de sombra se han adaptado a la pantalla grande. Actualmente, Allende recibe propuestas para adaptar siete de sus libros a series televisivas. Su última novela Largo pétalo de mar (2019), publicada por Plaza & Janés, aborda por primera vez la Guerra Civil Española y relaciona al mismo tiempo el destino de Chile, su país, creando así una historia inolvidable en la que se entrelazan estos dos países.
La guerra lo deforma todo, hasta la memoria. (Largo pétalo de mar)
Pregunta: En los últimos años su obra ha sido un parteaguas en la literatura universal, ¿cómo fue que la infancia, con sus múltiples caminos, la adolescencia y la edad adulta que forjaron a la escritora en español más leída en el mundo?
Respuesta: Mi infancia no fue nada feliz, por lo cual estoy muy agradecida. Mi adolescencia fue marcada por una sensación de ser diferente, no calzar en ninguna parte, estar profundamente sola y rebelarme contra el mundo, especialmente contra el machismo. Mi edad adulta, como usted la llama, se compone de varias décadas y cada una fue diferente a las que hubo antes o vinieron después. Hasta 1973, cuando ocurrió el golpe militar en Chile, fui esposa, madre, periodista y mujer alegre, atrevida. En cierto modo inocente, porque creía que la humanidad era básicamente buena y la maldad, accidental. ¡Qué equivocada estaba! Después vinieron los años de exilio, años de esfuerzo, de aterrizar en la realidad, de pérdidas y separaciones, pero también años que me forjaron y me hicieron fuerte. En 1981 escribí mi primera novela, La Casa de los Espíritus, y eso cambió mi destino. Esa novela me dio una voz, me hizo escritora, y pavimentó el camino para los libros que escribí después.
P: Su obra, al igual que el sol, recorre todo el mundo. Incluso se ha adaptado una película sobre La casa de los espíritus, ¿Cuál consideraría que sería la diferencia entre un espectador y un lector, en cuanto al alcance de la obra?
R: Han hecho películas con mi primera novela y con De Amor y de Sombra. La experiencia de recibir una historia en forma de libro o verla en la pantalla es muy diferente. Al lector se le pide que ponga atención y que invierta su tiempo e imaginación, ya que el libro se escribe a medias con cada lector. El cine o la televisión requiere espectadores pasivos. La ventaja del libro es que permanece por más tiempo y puede tener un impacto más profundo y duradero. La ventaja de la pantalla es que alcanza a millones de personas simultáneamente, la mayoría de las cuales no leerían el libro. He tenido mucha suerte, porque las dos películas me gustaron mucho y creo que las series de televisión serán estupendas, a juzgar por el talento que están invirtiendo en ellas.
P: Aunque las mujeres han logrado abarcar el terreno literario, ¿qué significó para usted iniciar en esta generación tan atribulada para las mujeres y que ahora sea usted el modelo de nuevos escritores y escritoras?
R: Hemos tenido escritoras en América Latina desde Sor Juana Inés de la Cruz, pero habían sido sistemáticamente ignoradas o silenciadas. Era el destino de las mujeres en casi todos los campos del intelecto y el arte. Si las escritoras eran publicadas, siempre era en ediciones menores, sin publicidad ni buena distribución, no recibían atención de la crítica y rara vez se enseñaban en colegios o universidades. Nadie las tomaba realmente en serio y menos en sus propios países.
A la poeta Gabriela Mistral le dieron el Premio Nobel de Literatura cinco años antes de que le otorgaran el Premio Nacional de Literatura en Chile. ¿Cuántas escritoras famosas conocíamos antes? Un puñado. Ahora hay miles. A mí me costó tres veces más que a cualquier hombre obtener la mitad de reconocimiento y respeto por mi trabajo, pero afortunadamente la situación ha mejorado en los treinta y tantos años que llevo escribiendo. Los editores saben que más mujeres que hombres leen ficción y prefieren los libros escritos por mujeres; eso nos ha abierto muchas puertas y espero que un día nadie se preguntará el género, la raza o cualquier otra clasificación del creador.
P: A propósito del tema de las mujeres en la literatura, ¿qué ha significado para usted el alza del movimiento feminista en los últimos años?
R: He sido feminista desde que me acuerdo, porque creo que ya es tiempo de terminar con el patriarcado y dar un salto evolutivo hacia una civilización sostenible y más razonable, justa y pacífica. Por un tiempo temí que el movimiento de liberación femenina estuviera estancado. Los hombres habían tenido éxito en pintar las feministas como marimachas peludas y las chicas jóvenes no querían identificarse con el término, incluso aquellas que se habían beneficiado de las luchas feministas de sus madres y abuelas. Pero afortunadamente ahora hay un repuntar vigoroso de los postulados del feminismo llevado adelante por hombres —y a veces hombres— jóvenes. Las protestas masivas en varios países de mujeres por la violencia y discriminación que sufren y el movimiento #MeToo me dan esperanza y alegría.
Foto: Lori Ibarra
P: Sus personajes femeninos son a menudo mujeres tenaces, astutas y perspicaces, mujeres que siempre nadan contra corriente. Un tema que sale a relucir es el amor. A la hora de escribir una novela, ¿es el amor un tema imperdible para una mujer como usted?
R: Creo que el amor en todas sus formas mueve la vida en este planeta. Tal vez hasta las amebas aman a su manera...En mi existencia casi todo ha estado determinado por el amor o la falta de amor, como mis dos divorcios. Para mí, sin amor no hay historia, tal como sin conflicto no hay historia. Los temas de libros suelen ser sombríos, escribo sobre guerra, violencia, muerte, explotación, codicia, venganza, conflictos históricos, políticos y sociales, pero siempre en ellos predominan justicia, solidaridad, coraje, generosidad, que en el fondo son diversas formas de amor.
P: Aunque las tragedias también aparecen en sus novelas como materia dramática, es cierto que en el desarrollo de sus historias abundan los momentos donde aparece regularmente la esperanza. ¿Cómo vive una escritora como usted los momentos de desesperanza?
R: Tendría que hacer un esfuerzo para recordar algún momento de desesperanza en mi vida, excepto cuando mi hija Paula enfermó y murió. En esa circunstancia no pude hacer nada por ella, nada por salvarla, no había esperanza. Pero, aparte de eso, siempre he sido más bien optimista. Todo cambia, todo es temporal. Cuando me encuentro en el fondo de una situación difícil o deprimente, pienso que no será eterna y que estoy aprendiendo algo. No sabemos cuán fuertes somos hasta que la vida nos pone a prueba. A mí me ha puesto a prueba varias veces.
P: Actualmente el mundo atraviesa una crisis en la que la vida pareciera cerrarse, ¿de qué manera vive Isabel Allende este proceso?
R: Estoy encerrada en mi casa, que es muy pequeña, con Roger, mi nuevo marido, y nuestras dos perras. Trato de pensar que esto es como la luna de miel que nunca tuve con Roger. Es una oportunidad de conocernos mejor y hasta ahora vamos bien, no hemos peleado ni estamos paranoicos. Roger trabaja en línea y yo escribo en el ático. Esto también va a pasar y, como dijo la Reina Isabel, "volveremos a reunirnos".
También esta es una oportunidad para la reflexión, no sólo en lo personal, sino también para reflexionar —y soñar— en qué clase de mundo queremos. Cuando esto termine ¿volveremos a lo mismo de antes, sólo que más pobres y divididos? ¿O vamos a unirnos como estamos unidos ahora, para construir un mundo mucho mejor? Hemos tenido la experiencia única en la historia de sentir en el alma que somos una sola humanidad en este planeta que es nuestra morada. ¡Qué lección magnífica! Ojalá la aprovechemos.
P: Por último, ¿hay algo que desee agregar o que desees comunicar para tus lectores de habla hispana?
R: Estos son tiempos muy extraños, como de ciencia ficción. Dicen que crisis es igual a peligro más oportunidad. En estos tiempos se prueba a la gente, surgen los héroes y los villanos, se revelan los cobardes y mezquinos y también los valientes y generosos. Este es el momento de ser nobles, se ayudar como sea posible, de compartir y cuidar, de mantener la calma y cultivar cualquier forma de alegría a nuestro alcance. Cuando esto pase —y pasará— espero que cada uno de nosotros y cada una de nosotras pueda estar en paz con su consciencia y sentir orgullo de la forma en que enfrentó la pandemia.