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Apple ha creado grandes productos. Algunos de ellos cambiaron la historia de la tecnología, especialmente los que llevan esa pequeña "i" como prefijo: el iPod, la iMac, el iPhone.
Sin embargo, la empresa de la manzana también ha fallado algunas veces.
¿Recuerdan a "Newton o "Pippin"? Bueno, fueron fracasos de una firma que se espera sea líder de la industria y no un simple competidor.
¿Lección aprendida? Probablemente no
Este viernes, se lanzó Apple TV+, la apuesta de la empresa de Cupertino para sacar una tajada en el ya congestionado negocio de la televisión por streaming, donde también están metidos Netflix, Amazon y, dentro de poco, Disney.
La idea, en apariencia, es que el contenido de esta plataforma debe ser muy bueno para poder ponerse adelante en el mercado.
O tal vez cuente con un as en la manga: uno de esos giros innovadores sobre los que se construyen la reputación y la fortuna de la organización.
Pero a primera vista no se ve nada de eso.
Los tres primeros capítulos de "The Morning Show" podrían construir un caso similar a los fracasos de Apple antes mencionados.
El primer episodio está entre las peores cosas que he visto en mi vida, en especial cuando hablamos de una época dorada de la televisión que podríamos afirmar-algunos dirán que no- que comenzó en 1994 con la emisión de la comedia "Friends" (el programa más visto en la plataforma Netflix).
Y allí podemos encontrar una conexión.
Rachel Green (Jennifer Aniston) y su hermana Jill (que es interpretada por Resse Witherspoon en la sexta temporada) están de regreso en Manhattan. Pero en "The Morning Show" se han cambiado los nombres, ahora se llaman Alex y Bradley respectivamente y no son hermanas, sino periodistas de televisión.
Alex es una exitosa presentadora del programa "The Morning Show", mientras que Bradley es una combativa periodista de noticias duras que se acaba de mudar a la ciudad.
La acción (si es que hay una) comienza a las tres de la mañana cuando Chip Black (Mark Duplas), el productor ejecutivo del show en la ficción, recibe una llamada en la que le dan varias malas noticias sobre su jefe.
El intercambio en esta escena ocurre, con cierta gracia, entre varios iPhones.
"Estamos destruidos", dice Chip, con una cuota de amargura.
Entonces llama al copresentador del programa, Mitch Kessler (interpretado por Steve Carell).
"Tiene que haberse muerto alguien", refunfuña Kessler.
Entonces aparece Alex, que se despierta y se alista para ir al trabajo. Cuando abre la puerta de su casa, se encuentra con Chip. "Por Dios, ¿quién se murió?", pregunta Alex.
Chip traga saliva. "Nadie", responde.
Esto es un problema.
Porque "The Morning Show" se va directamente al modo de gran drama con Alex tomando la delantera con los dientes apretados y luchando por contener las lágrimas porque su querido Kessler ha sido despedido sin atenuantes. Lo que te deja pensando: "es muy pronto para que ocurra todo esto".
Todavía no estamos montados en la serie. No estamos conectados con los personajes. Apenas pasaron unos pocos minutos. Y no nos importa lo que pasa.
Es como si nos pidieran celebrar la Navidad en julio. Simplemente no estamos listos.
Esto es el resultado de un mal guión y de actuaciones acartonadas que terminan dando una exposición cruel y penosa.
Los diálogos son más torpes que una moto averiada, escritos con un oído no de lata, sino de piedra.
Esto permite decir que la serie con la que Apple se lanzó de lleno al streaming parece un contenido amateur, lo que es notable teniendo en cuesta el costo de la producción (de acuerdo a Bloomberg, unos US$300 millones por 20 episodios) y la fama de sus protagonistas.
Pero nada de eso importa si no haces lo correcto desde la largada y en televisión eso significa que, sobre todas las cosas, una serie debe estar bien escrita.
El guión cae en clichés constantemente, como cuando Kessler está en su casa mientras ve por televisión cómo Alex le explica a Estados Unidos las razones por las que él ya no está junto a ella en la pantalla:
"Todo cambió y ellos olvidaron enviarme el memo"; "Desde el principio de los tiempos, los hombres han usado el poder para atraer a las mujeres"; o "No les puse una pistola en la cabeza. Fue consensuado. La mayoría de ellas se arrimaron a mí".
Steven Carrell es un buen actor, pero ni siquiera él puede hacer que esas líneas funcionen. Tampoco lo logran Aniston y Witherspoon cuando se turnan para dar a conocer sus personajes, que son tan poco hábiles y repetitivos que logran el efecto contrario.
Pero los clichés no se acaban con el guión.
Los personajes no están a la altura de una serie que intenta contar la industria del entretenimiento después de los movimientos del #MeToo, #OscarSoWhite y #TimesUp.
Tenemos a Cory Ellison (Billy Crudup), el jefe al que solo le importan los ratings y su carrera. Tenemos a Alex, una presentadora cuya vulnerabilidad podría ser la razón que se usa para traer a la audiencia de vuelta a su programa.
Y tenemos la relación entre un hombre mayor y una mujer más joven.
Algo así era lo que se contaba en la película Network, de 1976. Y en ese momento ese relato era una fuente de frescura.
Pero no ahora, 43 años después.
Aunque no todo está perdido
En el tercer episodio, los diálogos mejoran, los personajes comienzan a mostrar signos de vida.
Pero los problemas continúan. Se supone que es una serie contemporánea sobre políticas de género. Pero eligen construir un relato donde los personajes principales son dos mujeres que toman sus decisiones por impulso y donde se las muestra emocionalmente volátiles.
El show vuelve a evidenciar su confusión nuevamente cuando se presenta un personaje que dice que Kessler la agredió sexualmente.
¿Seguramente esto proporciona un verdadero drama para sacarnos de las tediosas negociaciones contractuales de Alex? Pero no. Apenas vemos o escuchamos una palabra de la presunta víctima.
Su historia no se considera importante.
En cambio, se trata de Alex nuevamente y de cómo manejará o no la entrevista con quien acusa Kessler.
La poesía de Robert Frost hace su aparición y hay un guiño hacia la famosa escena de espera en Annie Hall, lo que sugiere que los creadores del programa saben cómo es la buena escritura.
Pero lamentablemente están por debajo de eso, según lo que hemos visto en los primeros tres episodios que actualmente están disponibles para ver.
Tal vez los siguientes siete serán un golpe de nocaut.
Ciertamente se está moviendo en la dirección correcta.
Pero todo lo que puedo hacer en este momento es parafrasear al antiguo magnate de Hollywood Sam Goldwyn y decir: Apple TV+ ha elevado la escritura a un nuevo mínimo.