Este sábado 8 de marzo, el bullicio del Centro Histórico de la capital potosina se enmudeció para dar espacio al sonido y grito de justicia de las mujeres; fueron más de 5 mil las que cubrieron las calles y dejaron las huellas de rabia en el recinto de la Fiscalía, Palacio de Gobierno y el edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Llegan los rostros de las que ya no están
Más de 5 mil mujeres se congregaron en la Alameda Juan Sarabia, el principal acceso al Centro Histórico, donde los rostros de Lupita Viramontes, Karla Pontigo, Odalys, Mitsubishi Tapia, Fernanda Durán, Anaiza, Samantha, Jocelyn, entre otras víctimas de feminicidio encabezaron la marcha plasmadas en lonas y playeras de sus familiares que se colocaron al frente del primer contingente.
Con el grito de “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente” y “gobierno corrupto, por tu culpa mi familia está de luto”, se abrieron las consignas y se dio inicio a la movilización.

Una parada por Odalys
Tras recorrer el perímetro de la alameda se hizo la primera parada en el barandal perimetral del Museo del Ferrocarril, en el mismo sitio donde se encontró el cuerpo de Odalys, se le nombró y se exigió "que su caso sea investigado como feminicidio y no como suicidio".
Pase de lista de víctimas de feminicidio y desaparición
En la Fiscalía de San Luis Potosí, se hizo el pase de lista de las mujeres víctimas de feminicidio y de desaparición, también se abrió el micrófono para las víctimas de otros tipos de violencia, mujeres que sobrevivieron a algún ataque, que han sido mutiladas y han sido abusadas sexualmente.
En la fachada quedaron plasmados los rostros de los feminicidas y abusadores, además de los vidrios rotos por los cuetes y petardos que fueron lanzados.

Fuego contra los casos de acoso
En el Palacio de Gobierno que ya estaba blindado esperando a la marea violeta, las vallas y cubiertas de madera fueron arrancadas, de igual forma que en el edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con marros se quitaron las cubiertas, se incendiaron ventanas y puertas mientras se coreaba “esas morras sí me representan”.
Desde el interior de ambos edificios se respondió con chorros de agua para internar apaciguar la furia femenina; sin embargo, no fue suficiente, pues en las fachadas quedó el rastro de la sed de justicia.