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Villahermosa.— En noviembre pasado Emiliano cumplió tres años, era muy vivaracho y le gustaba hacer los mandados de su abuelita; el lunes 9 de abril, ella le encargó que fuera por jabón a la tienda —distante a 12 metros de su vivienda—, salió corriendo y en casa esperaban que volviera a entrar de la misma forma. El niño ya no regresó, ya no volvería, en el camino una vecina y su pareja, con la muerte en las manos, lo secuestraron.
Emiliano es de Francisco Villa, un poblado del municipio de Huimanguillo, donde la población no rebasa los 3 mil habitantes.
Al ver que el niño no regresaba de la tienda, su padre se alarmó y salió a buscarlo, preguntó al encargado del lugar, pero éste le dio como tres versiones, ni una cierta. Alarmado, pidió apoyo de familiares y amigos; recorrieron una y otra vez los caminos, drenes, cañales y campos, sin novedad. Al siguiente día, acudió a las oficinas de la Fiscalía General del Estado (FGE) para presentar la denuncia, y empezó la búsqueda con agentes especializados.
Casi tres días después, las investigaciones dieron con la víctima y sus victimarios, una estudiante de enfermería de 26 años y su amigo, de 18 años, quien cursa la preparatoria, en una casa aledaña a la tienda.
Los peritos hallaron el pequeño cuerpo dentro de una caja de cartón, tenía dos costillas rotas. Presuntamente, la enfermera le había inyectado demasiado sedante, lo que le habría provocado la muerte.
Jesús del Carmen, tío de Emiliano, no entiende por qué su vecina lo mató, ella creció en la misma la calle. “Es algo demoniaco, que no tiene nombre; nosotros somos gente de lucha que hemos buscado la manera de sobrevivir con nuestro trabajo, no le hemos daño a nadie; la comunidad nos conoce. Todos nos apoyaron a buscarlo”, contó.
La investigación. El titular de la FGE, Fernando Valenzuela Pernas, explicó que al saber de la desaparición del niño, “inmediatamente nos dimos a la tarea de hacer el trabajo de investigación con un protocolo que se emplea con particularidades muy especiales cuando se trata de un menor, la sorpresa fue que en el transcurso del proceso empezamos a tener indicios de que se podía tratar de un personaje de la misma comunidad, gente muy cercana al domicilio del niño”, explica.