Nancy Lara, de 25 años, fue asesinada el fin de semana. El viernes por la noche fue vista por última vez cuando abordó un taxi en calzada Vallejo para regresar a su casa en Cuautepec.
A las 23:00 horas le llamó a su madre María del Carmen para avisarle que llegaría tarde porque había salido con compañeros del trabajo. Ya no regresó. Su mamá habló a Locatel y más tarde sus tres hermanos y su padre salieron a buscarla.
Cuando la hermana mayor de Nancy fue a la procuraduría local para denunciar la desaparición el funcionario que levantaba el reporte le dijo: “¿Tiene cabello rojo?”
“Sí”, contestó, alegrándose porque pensaba que había sido localizada.
“Hay una persona con esas características en Tlalnepantla”, respondió el funcionario.
Nancy Lara era una muchacha que solía hacer bromas, dice su madre con una sonrisa. A veces fotografiaba a sus hermanos y a sus papás en pijama y los amenazaba con subir las imágenes a Facebook, se disculpaba con las visitas por recibirlos sin zapatillas “porque no le daba tiempo de ponerse el vestido de chaquira” o a su novio le reclamaba con sarcasmo que espantaba a sus pretendientes.
No sólo era estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México del plantel Cuautepec, trabajaba temporalmente como capacitadora en el Instituto Nacional Electoral de la Junta Distrital 01, jugaba fútbol, compraba comida y dulces para los niños de la colonia y de vez en cuando viajaba a Oaxaca para repartir juguetes a niños de la comunidad donde nació su padre.
En las calles de la colonia Castillo Grande, de la Gustavo A. Madero, todos la conocían; a su velorio fueron cientos de personas que hicieron una fila larga desde las puertas de su casa hasta la primera esquina de la calle donde vivía desde niña.
Nancy le dijo a su madre que estaba preocupada por los asesinatos de niñas: “Me platicó que habían incrementado los feminicidios…. Me dijo ‘estoy viendo un proyecto’”.
Triste recuerdo. El domingo, el cadáver de Nancy fue encontrado en la colonia Lázaro Cárdenas, en el Estado de México. La ubicación y horas exactas, condiciones físicas y la causa de muerte aún son desconocidos para su familia.
Lo que sí saben es que ni su celular ni mochila han sido encontrados.
María del Carmen quiebra la voz cuando recuerda el momento en el que supo de la muerte de Nancy, su hija pequeña, cercana y risueña.
Esta semana sus compañeros de la carrera en Ciencias Políticas de la UACM hicieron una manifestación para pedir justicia por su asesinato. En su cama, hay una playera del equipo de futbol Valencia con la que solía jugar cascaritas en unas canchas cercanas a casa.
De la joven quedaron los desayunos con la comida de mamá, los viajes en carro con su padre, la ayuda económica a su hermana mayor para los gastos de sus sobrinos, los consejos a sus dos hermanos, y la relación de 10 años con su novio Arturo, a quien solía llamar “gordo” con amor.