Puebla.— A María de Lourdes Aguilar, de 70 años, la universidad le cambió la vida. De la depresión, pasó a su reconocimiento. Ella forma parte de una de las primeras generaciones del programa Universitarios 50 y Más de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), que ofrece desde conferencias y talleres hasta diplomados y licenciaturas especializadas.

“Recuerdo el primer día de clases, no sabía qué hacer, era como una niña de kinder. Mi vida cambió desde ese momento. De ser una mujer apática pasé a ser una persona feliz, hoy quiero vivir”, platica.

También en tierras poblanas vive Felipe Espinosa Tecuapetla, comerciante de 82 años y quien desde hace dos estudia la Ingeniería en Procesos y Gestión Industrial, en la modalidad escolarizada. A su edad no aguarda por el fin de su existencia, sino por el comienzo de una nueva vida: siendo un profesionista.

El octagenario, según relata el doctor César Argüello, quien ha sido su profesor, ha tenido algunas complicaciones con la tecnología; sin embargo eso no lo detiene, acude a clases puntualmente, hace sus tareas, recibe apoyo y permanece animado.

Aunque no se conocen, María de Lourdes y Felipe tienen varias cosas en común: son dos de los más de 13 millones de adultos mayores que actualmente viven en México, de acuerdo con proyecciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO) para 2018. También forman parte de un reducido grupo de personas de la tercera edad, el cual ejerce su derecho a la educación en modalidades diferentes. Su casa de estudios, la BUAP, les devolvió el vuelo.

Según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) las personas mayores se encuentran entre los seis grupos más discriminados en el país. El analfabetismo aumenta con la edad y sólo Cuatro de cada diez adultos mayores pertenecen a la población económicamente activa.

De acuerdo con una revisión, estado por estado, realizada por EL UNIVERSAL en el marco del día del Adulto Mayor, sólo en 13 de 32 entidades federativas existe una universidad del adulto mayor o un programa especial —dentro de una casa de estudio existente, como la BUAP— enfocado al desarrollo académico de quienes tienen más de 60 años.

Se trata de Baja California, Chihuahua, Coahuila, Ciudad de México, Jalisco, el Estado de México y Nayarit.

Asimismo, existen instituciones de este tipo en Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí y Yucatán.

De estas trece entidades, sólo en tres —Jalisco, Estado de México y Puebla— existen programas académicos de licenciatura especializados para alumnos de la tercera edad.

En las otras entidades, muchas de las actividades que se dan en las universidades de la tercera edad se enconfocan a actividades recreativas, como tejer o cocinar, pues hay una idea errónea de lo que se puede hacer o no cuando se tienen más de 60 años.

“Antes de venir a la universidad, acudía a un grupo de adultos mayores donde hacíamos cosas como tejer u oír musica, parecía que todos éramos gente de bastón”, relata entre risas Rufino Hernández, ingeniero jubilado de 74 años y quien ahora, en la BUAP, se ha especializado en temas de su área.

Quienes son mayores de 60 años son considerados en “riesgo de exclusión” por el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), pues —entre otras cosas— tienen poco acceso a un empleo digno, a un esquema gubernamental de salud e incluso a una pensión. Al no tener ingresos suficientes ni seguridad social, la mayoría depende casi por completo de su familia o de programas sociales.

“Se tiene la idea de que los adultos mayores tienen impedimentos y no están en condiciones para aprender, pues esa idea errónea se arraiga en un gran sector cultural que tiene miedo a la vejez”, explica Erick Ángeles Preciado, gerontólogo egresado del Instituto de Ciencias de la Salud (ICS) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).

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