Los bocoles son una de las joyas gastronómicas más representativas de la región Huasteca, particularmente de San Luis Potosí. Estas pequeñas gorditas, elaboradas a base de masa de maíz mezclada con manteca de cerdo o tuétano y cocidas al comal, son un emblema del intercambio cultural y culinario que se dio desde la época colonial en esta zona del país.
Aunque se desconoce el origen exacto de este platillo, se cree que surgió entre las etnias originarias de la zona. Incluso se dice que su nombre tiene origen en la palabra “bokol” que en tenek hace referencia a un alimento redondo de maíz.
Sea cual sea su origen, lo que es innegable es que son uno de los platillos favoritos de los potosinos. Sin dejar atrás las enchiladas potosinas, claro.
Según Larousse Cocina, los bocoles son gorditas de masa que se cuecen al comal y se rellenan con diversos guisados. Son típicos de la región Huasteca, que abarca estados como Hidalgo, Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí.
En territorio potosino, estas delicias suelen tener un diámetro de aproximadamente 8 centímetros y destacan por su textura suave por dentro y ligeramente crujiente por fuera.
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En San Luis Potosí, los bocoles se rellenan con una amplia gama de ingredientes que reflejan la riqueza culinaria de la región. Entre los guisos más populares se encuentran:
Además, existen variantes como los bocoles pintos, que se preparan con frijoles negros, y los bocoles verdes, que incorporan epazote para darles un sabor distintivo. En ocasiones, también pueden servirse únicamente con salsa picante, lo que resalta aún más el sabor de la masa.
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La cocina potosina es resultado de siglos de fusión cultural. En la Huasteca, esta mezcla se manifiesta no sólo en los sabores, sino también en las técnicas tradicionales transmitidas de generación en generación. Los bocoles son un claro ejemplo de cómo el maíz, base de la alimentación mesoamericana, se transforma en manos de cocineras huastecas, pames y nahuas.
Para disfrutar de los bocoles más tradicionales, es recomendable visitar municipios potosinos como Ciudad Valles, Aquismón o Tamazunchale donde se preparan en fondas familiares, mercados locales, tianguis y durante festividades como el Xantolo.
También es común encontrarlos en puestos callejeros y restaurantes que ofrecen cocina regional en la capital potosina, especialmente en ferias o eventos gastronómicos.
Probar un bocol es más que una experiencia culinaria: es una forma de conectar con la historia, las tradiciones y la identidad de una región que ha sabido conservar sus raíces. El uso de ingredientes locales, la preparación artesanal y su presencia en celebraciones comunitarias hacen de este platillo un símbolo vivo de la gastronomía potosina.