En la plaza de armas de San Luis Potosí, un grupo de trabajadores mantiene viva una tradición que ha resistido el paso del tiempo. Los boleadores de zapatos, con sus estructuras metálicas y sillas altas, ofrecen un servicio que no solo embellece el calzado, sino que también rinde culto al esplendor de este accesorio esencial.
Desde las 9:00 de la mañana, el aroma de la grasa para bolear y la tinta para calzado impregna el aire, invitando a los transeúntes a detenerse y admirar el trabajo de estos artesanos. El puesto del bolero es inconfundible, con su estructura rectangular y techo de lona, asiento tapizado y reposapiés de metal.
El proceso de bolear es un ritual que requiere destreza y dedicación. El cliente se sienta en una silla alta, mientras el bolero, desde su banco bajo, limpia y lustra el calzado con cepillos, trapos y productos especiales. El resultado es un par de zapatos relucientes que parecen nuevos.
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Pero los boleadores de zapatos no solo ofrecen un servicio práctico, sino que también mantienen viva una tradición que ha sido pasada de generación en generación. Es un arte que requiere paciencia, dedicación y amor por el detalle.
Aunque los hombres son los clientes más frecuentes, ocasionalmente, mujeres también recurren a los boleros para lucir sus zapatos impecables.
Estos trabajadores siguen adelante, a pesar de las adversidades y la disminución de clientes. Cada día, se levantan con la esperanza de un nuevo comienzo, y con la convicción de que su pequeño negocio es más que solo una fuente de ingresos.