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La presa de San José, un lugar emblemático y querido por la comunidad potosina, sigue cerrada después de seis meses debido al desprendimiento de rocas que puso en riesgo la seguridad de los visitantes y comerciantes de la zona.
La noticia ha generado tristeza en muchos, que recuerdan con cariño los domingos de ir a disfrutar de las famosas gorditas de San José o de correr y entrenar con amigos en ese lugar tan especial.
La presa durante décadas se convirtió en un símbolo de la comunidad y de la tradición dominical gracias a su imponente arquitectura que brindaba panorámicas únicas y también tiempo de recreación, pues en la explanada principal familias acudían cada domingo a paseos en bicicleta, patines, también a realizar rapel en la cortina y senderismo en los alrededores.
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Otra de las actividades más recordadas y que ahora se mantiene restringida, es la de resbaladillas sobre pavimento, donde chicos y grandes con cajas y botellas de plástico se deslizaban por horas.
Ahora, ese lugar tan querido está cerrado, y la comunidad se siente huérfana. La melancolía es palpable, y muchos se preguntan si algún día podrán regresar a disfrutar de ese lugar tan especial.
En el silencio de la ausencia, solo quedan recuerdos de un pasado vibrante. La nostalgia envuelve el espacio que una vez fue testigo de risas, reuniones y tradiciones.
Aunque no hay un plan concreto para revivir este lugar emblemático, la intención de reubicar a los comerciantes es un rayo de esperanza para un nuevo comienzo.
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Mientras tanto, vendedores y visitantes se mantienen a la expectativa de que el proyecto de revivir y rehabilitar este espacio no quede en el olvido como ha ocurrido también con el mantenimiento del sitio y el retiro de la plaga de lirio que acecha al cuerpo de agua desde hace años.