Mónica actualmente tiene 43 años, ella junto con su esposo decidieron hace ocho años ser padres; sin embargo, en el camino se toparon con cuestiones de salud que de no haber incurrido a la fecundación invitro, que actualmente permite la ciencia, no habrían disfrutado del milagro de ser padres de María y José María.

En su juventud, Mónica se había sometido de urgencia a una intervención quirúrgica por un quiste de gran tamaño que había envuelto su ovario izquierdo, años más tarde esta cirugía, el hecho de que su ovario derecho no contaba con las condiciones necesarias para un embarazo y que su esposo se había operado para ya no tener hijos complicaron que de manera natural se embarazaran.

Tras estudios médicos y una recanalización fallida de su esposo, para la extracción de espermatozoides, llegaron hasta el consultorio del doctor Ismael Orta, en el Hospital privado Lomas, en San Luis Potosí. Ahí decidieron optar por la fecundación invitro ICSI, que consiste en inyectar directamente en el óvulo para que se comience a formar un embrión de buena calidad, que posteriormente se implanta en la matriz de la persona gestante.


A partir de ahí comenzó una travesía para Mónica y su esposo para lograr tener a sus ahora dos hijos, a quienes atribuyen su nacimiento en primer lugar al milagro que permite el avance tan acelerado de la ciencia, pero también al milagro religioso de la virgen María, a quien le encomendó que su embarazo se pudiera concretar y en caso de tener una hija la llamaría como la madre de todos los mexicanos María.

“Conozco a mis hijos desde que eran una célula”

En 2015 Mónica y su esposo comenzaron con el procedimiento, en el que durante todo un mes se inyectaba diariamente en ambos brazos medicamentos para fomentar la producción de óvulos para la inseminación artificial, proceso que duró un mes, con el inicio de su ciclo menstrual y que concluyó con una mala noticia, pues aunque el embarazo sí se había logrado, el embrión no creció.

En esta primera experiencia la pareja gastó poco más de 100 mil pesos y decidió no volverlo a intentar, por el golpe emocional que representó sí haber conseguido el embarazo, pero que este no se lograra del todo.

“Es algo que deseas, entonces cuando te dicen que sí, saltas de emoción, pero cuando vas a una revisión que no creció o dejó de crecer, sí te pega muchísimo porque comienzas a imaginar todo, lo voy a vestir así, te imaginas todo el mundo, cuando te dicen siempre no o no, todas tus ilusiones se van”, comentó en entrevista para EL UNIVERSAL San Luis Potosí.

Un año después, luego de haber transcurrido el duelo, estar de mejor ánimo y habiendo conseguido los más de 100 mil pesos nuevamente, ambos se volvieron a someter al tratamiento de fecundación invitro, el cual en esta ocasión se logró con éxito.

“Tuvimos suerte porque hay mujeres que lo intentan muchísimas veces, hay mujeres que se han hecho muchos procedimientos y en nuestro caso sólo fueron dos veces. Yo me embaracé de mis niños en 2016 (...) yo conozco a mis hijos desde que eran una célula, los conocí cuando me iban a hacer la transferencia”, agregó.

En esta ocasión a Mónica le extrajeron cinco óvulos, de los cuales se podían utilizar tres, por lo que a su esposo también le extrajeron tres espermatozoides que se inyectaron directamente en los óvulos, de estos dos crecieron adecuadamente y se le implantaron, con la esperanza de que al menos uno se desarrollara en un embarazo exitoso.


Tras sus plegarias a la virgen, los dos óvulos fecundados comenzaron a crecer como un embarazo gemelar, de los cuales finalmente nació una niña llamada María y un niño al que nombraron José María, en honor a la virgen María que intercedió para que esta vez el procedimiento de la ciencia se lograra con éxito.

El cambio de vida a ser padres

Mónica contó que a lo largo de toda su vida pensó que iba a estar sola y ser madre no fue una prioridad en su juventud; no obstante, con su segundo matrimonio comenzó a ser una prioridad. Durante su embarazo, pese a que una gestación gemelar es complicada y de alto riesgo, Mónica realizaba su vida normal, como antes de estar embarazada, vida que cambió una vez que nacieron sus hijos.

Ante las adversidades de salud, aunque no de gravedad, que uno de sus hijos ha atravesado, dijo que la maternidad le cambió la vida para bien, pues ahora se da cuenta de otras cosas y otras por más simples que parezcan la llenan profundamente.

“El hecho de verlos cuando están dormidos ¡wow! es un sentimiento bien bonito, que no cambiaría por nada o verlos en el parque que están contentos, vale la pena. Es admirable lo que podemos hacer o lo que hace cada madre por sus hijos”, concluyó con voz entrecortada.

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