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Este viernes se llevó a cabo la conmemoración del Día del Ferrocarril, en memoria del héroe nacional Jesús García Corona, conocido como el “héroe de Nacozari”.
La ceremonia se realizó en la explanada del Museo del Ferrocarril, donde decenas de extrabajadores del gremio ferrocarrilero se reunieron para recordar la fecha y compartir anécdotas de una vida dedicada a los rieles.
Entre los asistentes destacaron dos figuras emblemáticas del ferrocarril potosino: Manuel Hernández Álvarez, de 100 años, y Mateo Torres Almendáriz, de 97, considerados dos de los ferrocarrileros más longevos en San Luis Potosí.
Ambos dedicaron décadas de su vida al servicio ferroviario, participando en la operación y mantenimiento de trenes que marcaron una época en el desarrollo del estado y del país.
Durante la celebración, sus hijos acompañaron a los veteranos trabajadores, recordando con orgullo las historias que durante años escucharon sobre su vida en las vías.
Manuel Hernández Álvarez
Su hija, Mireya Hernández, relató para EL UNIVERSAL San Luis Potosí algunas de las anécdotas que su padre le contaba sobre sus primeros años de trabajo. “Mi papá comenzó a trabajar en el ferrocarril cuando tenía apenas 16 años. Él decía que empezó como ‘aguador’, llevando agua a las máquinas y al personal. Así fue aprendiendo poco a poco de todo, porque realmente le encantaba su trabajo”, recordó con una sonrisa.
Durante 45 años de servicio, Hernández Álvarez se desempeñó en distintas áreas, pero por más de tres décadas trabajó en las labores de paireo, un proceso fundamental en el acoplamiento y sincronización de locomotoras. Su entrega y pasión por el ferrocarril lo convirtieron en un referente entre sus compañeros.
“Mi papá siempre decía que el ferrocarril era su vida. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para ir al taller, y lo hacía feliz, porque era el trabajo que más lo llenaba”, contó su hija.
Mireya recordó también que, al llegar el momento de jubilarse, su padre no quería dejar su labor, pues contó que él no conocía otra vida fuera de los rieles.
“Él no sabía que después de cierto tiempo debía jubilarse y, cuando se lo explicaron, decía que aún estaba joven y quería seguir trabajando”, relató entre risas.
Hoy, a sus 100 años, don Manuel Hernández Álvarez es testimonio vivo de una generación que forjó con esfuerzo, disciplina y amor por su oficio, la historia del ferrocarril en San Luis Potosí y en México.
Mateo Torres Almendáriz
Su hijo, Antonio Torres Cárdenas, compartió con EL UNIVERSAL San Luis Potosí las vivencias y recuerdos que lo acompañaron desde su infancia, cuando veía a su padre desempeñar con orgullo el oficio de ferrocarrilero.
“La vida del ferrocarril era muy dura porque prácticamente se la pasaban todo el tiempo dentro de los talleres. Pero mi padre, a pesar de eso, siempre iba al trabajo con una sonrisa, porque era lo que más le gustaba en el mundo”, relató.
Antonio recuerda con especial cariño las tardes en que, siendo niño, visitaba a su padre en los talleres durante la hora de la comida.
“Le llevábamos el lonche junto con mi mamá y nos sentábamos a platicar con él. Nos contaba todo lo que había hecho en el día, y se notaba que lo disfrutaba muchísimo”, contó.
El amor por los trenes, explicó, era casi una herencia familiar. “El padre de mi papá trabajó en el ferrocarril, varios de sus hermanos y primos también se dedicaban a esto. Era una tradición; prácticamente toda la familia estaba ligada a las vías”, añadió.
Sin embargo, esa trayectoria se vio interrumpida por un trágico accidente laboral. Después de 20 años de servicio, Mateo Torres sufrió un percance con la maquinaria que le provocó la pérdida de una pierna, lo que lo obligó a retirarse del oficio que tanto amaba.
“Sí lo vimos desanimado cuando tuvo que dejar de trabajar. Todavía muchos de sus familiares seguían en el ferrocarril, y él quería continuar. Pero, a pesar de haber dejado los talleres, nunca se alejó del todo. Siempre buscaba mantenerse cerca del ambiente ferroviario, porque era lo que más le apasionaba”, recordó su hijo.
Hoy, a sus 97 años, don Mateo Torres Almendáriz representa la fortaleza, el sacrificio y la pasión de una generación que dedicó su vida a construir la historia del ferrocarril mexicano, una historia escrita entre acero, esfuerzo y orgullo familiar.
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