En el corazón de San Luis Potosí, Francisco Fernández, un abogado de profesión y artista de 50 años por convicción, se ha convertido en un embajador del arte popular mexicano a través de su extraordinaria habilidad para transformar cartón y papel en figuras llenas de vida y significado.
Con más de 30 años de experiencia, Francisco ha dedicado su vida a plasmar la esencia de las tradiciones mexicanas en cada pieza que crea, convirtiendo lo que muchos consideran desechables en sus obras de arte.
En medio del ruido y bullicio de la ciudad se encuentra el taller de Francisco, artesano reconocido por sus esculturas de catrinas, principalmente. Estas figuras, que simbolizan la conexión entre la vida y la muerte, son más que simples adornos; son una celebración de la identidad cultural mexicana y un recordatorio del ciclo de la vida.
En entrevista con EL UNIVERSAL, cuenta su historia, la cual comienza a sus 15 años, cuando el joven artista se sintió cautivado por el dibujo y la pintura. “Siempre fui un niño muy creativo; me pasaba horas dibujando y explorando diferentes técnicas”, recordó.
Su primer amor fue el óleo, con el que podía plasmar su mundo interior en el lienzo. Sin embargo, fue a través de la cartonería que encontró un medio más directo y expresivo para su arte.
El descubrimiento de la cartonería llegó de la mano de talleres locales que ofrecían cursos sobre esta tradicional técnica mexicana. Francisco, intrigado por la posibilidad de dar forma a sus dibujos en tres dimensiones, se lanzó a aprender y experimentar.
“Recuerdo que al principio me costaba un poco el trabajo como todo lo que se comienza por aprender, pero poco a poco fui encontrando mi estilo y aprendiendo a dominar la técnica”, dijo con una sonrisa.
La cartonería se convirtió en su vía de escape, su forma de contar historias y su manera de conectar con sus raíces culturales, hasta llevarlo al día de hoy que es buscado como uno de los principales artistas de este tipo en todo el estado, sus obras visten plazoletas, palacios municipales y altares monumentales en las cuatro zonas del estado potosino.
En su taller, el olor a papel, engrudo, pintura y cartón inunda el ambiente. Las paredes están decoradas con coloridas catrinas en diferentes etapas de elaboración, y el suelo está cubierto de recortes de papel que dan testimonio de su labor.
Está técnica que utiliza Francisco es una tradición que data de siglos en México, es utilizada para crear figuras que adornan festividades como el Día de Muertos, fiestas culturales, entre otras.
Cada mañana, Francisco se sumerge en su mundo de creatividad, moldeando y dando vida a figuras que cuentan historias. "Las catrinas por ejemplo son una forma de recordar a nuestros seres queridos que han partido, pero también son una celebración de la vida", explicó.
Sin embargo Francisco no se conformó con seguir el molde tradicional; su enfoque es invasor y profundamente personal. Utiliza una combinación de cartón, papel maché, papel cebolla, papel craft y pegamento para crear figuras de todos los tamaños.
“El proceso de creación es fascinante, comienzo con una idea y voy construyendo la figura paso a paso, algunas veces me inspiro en las tradiciones, en la naturaleza o incluso en alguna historia que me cuentan los clientes”, explicó.
Francisco es meticuloso en su trabajo, cada figura puede llevar días o incluso semanas en completarse, dependiendo de su complejidad.
“La elaboración de cada pieza es un ritual, es una forma de meditación, un momento en el que me desconecto del mundo exterior y me sumerjo en el arte”, afirmó.
El abogado y también artista sostiene que cada pieza está cargada no solo del valor que el cliente suele solicitar con características que en particular le piden como algún accesorio, alguna prenda o colores que vista la catrina, sino que, también van acompañadas de la emoción del artista y de la creación misma, pues concluye que cada pieza posee una “identidad propia”, que puede ir desde el respeto hasta la solemnidad o folcklore con el que se aprecia la muerte.