La Ruta Wixárika o también conocida como la Ruta del Peyote, recién nombrada como Patrimonio Mundial por la UNESCO, es uno de los caminos sagrados por el pueblo Wixárika.
A lo largo de esta ruta hay cinco altares sagrados nombrados como sitios de peregrinación o de origen y representan un viaje mítico con sus antepasados y con secretos del universo.
Estos cinco puntos plasman la cosmovisión del pueblo wixárika. Cada uno de ellos representa un elemento natural, que son el fuego, agua, viento, maíz y peyote, así como un evento mitológico.
Este es el primer lugar sagrado de la ruta y se encuentra en la costa del Pacífico en San Blas, Nayarit. No es un sitio delimitado como un templo, es mas bien un espacio natural donde los integrantes del pueblo veneran a sus deidades al ser el punto de “origen del Sol”.
En esta zona también buscan una conexión con el mar y se le ofrenda con flores, velas, flechas y cantos.
Este altar se ubica dentro del Lago de Chapala en Jalisco. Esta isla tiene la forma de un alacrán por lo que representa un significado sagrado para esta cosmovisión. En este lugar se hacen peticiones por las lluvias, la siembra, la abundancia agrícola y los ciclos naturales.
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Aquí se suben en barco para llegar a la isla y llevar ofrendas a la diosa Takutsi Nakawe, un figura sabia y antigua a la que se le relaciona con la fertilidad, la tierra, las plantas medicinales y el renacimiento.
Su ubicación exacta puede cambiar dependiendo el pueblo, pero es común que se celebre en el Cerro Gordo, que es una montaña ubicada entre Durango y Zacatecas. Este punto representa al viento y se cree que es aquí donde se manifiestan espíritus ancestrales.
Los wixaritari realizan ceremonias espirituales como cantos y soplos rituales con humo de tabaco. Aquí también se colocan flechas con plumas, jícaras, piedras y velas.
Este altar es el centro del universo wixárika, el ombligo del mundo y donde se resguarda el maíz sagrado, que es el alimento base de esta cultura.
En la zona se llevan a cabo ceremonias de agradecimiento y se pide por cosechas y siembras. Se le honra con altares decorados con mazorcas, flechas, estambres y jícaras. Se usa mucho los colores amarillo, rojo y azul.
Es el destino final de este peregrinaje y donde, según la tradición, el Sol se elevó pro primera vez. Aquí habita el peyote, el cual se usa como vía de comunicación con los dioses. Aquí se realizan cantos y danzas nocturnas y se le ofrenda al Sol, al fuego y al venado azul.
Sus altares tienen velas, flechas, figuras de cera y coronas con plumas. Se ve mucho el color verde del peyote, el rojo y el amarillo.