La fe se respira en cada rincón de la Calzada de Guadalupe, donde miles de peregrinos caminan hacia el santuario con plegarias y promesas en sus corazones.

Entre ellos, destacan las historias de Gabriela y Rosa, dos mujeres que, movidas por la gratitud y la esperanza, hacen de esta fecha un acto de entrega incondicional a la Virgen de Guadalupe.

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Gabriela y su promesa de fe

Desde hace más de una década, Gabriela llega cada 12 de diciembre al Santuario de Guadalupe para cumplir una manda que nació de su necesidad y fe inquebrantable.

“Hace años, cuando supe que no podía tener hijos, me encomendé a la Virgen. Le pedí que me bendijera con un bebé, y le prometí que cada año vendría a verla de rodillas”, comentó.

Hoy, Gabriela no llega sola ya que su hija de cinco años, la acompaña vestida como la Virgen, un pequeño milagro que asegura fue la respuesta a sus oraciones.

Fe inquebrantable, historias que mueven a los potosinos en el Día de la Virgen de Guadalupe. Foto: Jazmín Ramírez
Fe inquebrantable, historias que mueven a los potosinos en el Día de la Virgen de Guadalupe. Foto: Jazmín Ramírez

“Mi hija nació con problemas de salud y se me ha puesto delicada por eso la traigo vestida así, para pedirle a la virgen me conceda su salud, como un agradecimiento vivo”, compartió.

Aunque el recorrido de rodillas hacia el altar es agotador, Gabriela asegura que nunca dejará de cumplir su promesa.

“Es mi forma de decirle que confío en ella y que nunca olvidaré los favores y milagros que me ha hecho” , explicó.

Por otro lado, a unos metros de la explanada, Rosa y su hijo Aron Martinez se instalaron con un dispensador lleno de atole caliente y bolsas de pan.

Fe inquebrantable, historias que mueven a los potosinos en el Día de la Virgen de Guadalupe. Foto: Jazmín Ramírez
Fe inquebrantable, historias que mueven a los potosinos en el Día de la Virgen de Guadalupe. Foto: Jazmín Ramírez

Aron comentó que desde hace 25 años, su mamá acude al Santuario de Guadalupe, pero no para pedir, sino para dar.

“Antes también venía de rodillas, porque le pedí a la Virgen que le ayudara con mi salud pero ahora, que ya no puede caminar tanto, viene a repartir comida a los peregrinos como agradecimiento y yo la acompaño”, relató.

Rosa se mueve entre el bullicio con agilidad, sirviendo vasos de atole a los peregrinos que llegan cansados después de largas jornadas de caminata.

“Es una manda de mi mamá y prometió venir hasta que la Virgen se lo permitiera, así que aquí venimos año con año”, explicó.

Gabriela y Rosa son solo dos de las miles de historias que se tejen cada año en el Santuario de Guadalupe de San Luis Potosí, sus actos de fe, cargados de amor y esperanza, reflejan la profundidad de la devoción guadalupana y el espíritu solidario que une a los potosinos en esta celebración.

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