Cada Semana Santa, cuando los templos se llenan de incienso y las calles se tiñen de fe, en la capital potosina se escucha el retumbar de los caracoles y el crujir de los tambores.

Es el llamado ancestral de la danza azteca. Y entre todos los corazones que laten al ritmo del tambor, uno destaca por su pasión, entrega y herencia: el de la familia Camarillo Zapata.

Durante más de tres décadas, esta familia ha sido pilar del tradicional Encuentro de Danzas Aztecas, una celebración que se celebra el sábado de Gloria y que nace desde el espíritu y se baila con el alma. Todo comenzó con Juan Antonio Camarillo, un hombre que, hace más de cuarenta se enamoró de la danza.

Su historia con el arte del movimiento comenzó en 1984, cuando ingresó al ballet folclórico Xochiquetzal, fundado por el maestro José Puente Sánchez.

Lee también:

Lo que inició como una inquietud juvenil, se transformó en una vocación de vida. Juan Antonio no solo fue un destacado ejecutante, sino también un incansable promotor cultural. Su entrega lo llevó a convertirse en director del grupo, cargo desde el cual ha formado generaciones de bailarines, impulsado proyectos culturales y defendido el valor de las raíces mexicanas en cada paso de danza.

Juan Antonio recuerda con orgullo cómo se gestó el primer encuentro: “Fue en 1998, como parte del 25 aniversario del ballet Xochiquetzal. Junto con el maestro José Puente Sánchez y otros compañeros, planteamos el evento y ahora ya es año con año”.

Sin embargo el legado no terminó ahí, Carmen Zapata, su compañera de vida y escenario desde hace años, no solo ha compartido con él cada ensayo, cada presentación, sino también el gozo de ver a sus hijos, Valeria y Fabián seguir sus pasos. Hoy, la antorcha ha llegado hasta su nieta Camila, tercera generación de esta tradición en el mundo de la danza.

Para Carmen, la danza no es solo un arte, es su vida entera: “Hemos crecido como familia compartiendo esta pasión. Nada me hace más feliz que verlos bailar juntos.

”El grupo de danza Xochiquetzal, fundado en 1974, ha sido más que una agrupación folclórica: ha sido cuna de historias, de amores, de generaciones enteras que han encontrado en la danza un hogar. Realmente me complace ver que toda la familia disfruta tanto el verbo bailar, el bailar y ser parte de este maravilloso grupo, que no sólo ha unido y ha sido fundamental en mi familia, sino que también Otras familias se han formado a partir de Xochiquetzal” relató Carmen Zapata.

Foto: Especial
Foto: Especial

Carmen lo resume con una frase que encapsula toda una vida de entrega: “Si volviera a nacer… volvería a bailar.”

Las tradiciones no solo se conservan, se viven con una intensidad que conecta el pasado con el presente, Así ha quedado demostrado una cada año con el Encuentro de Danza Azteca, celebrado en el marco de la Semana Santa, una fecha elegida no por casualidad, sino por su profunda carga simbólica y espiritual.

La danza azteca, la fusión del méxico ancestral y el catolicismo

El profesor Juan Antonio Camarillo, explicó que la selección de esta semana sagrada para realizar el evento tiene una raíz que va más allá de la logística:


"La fecha de gran relevancia que es la Semana Santa… por eso se buscó que fuera en dicha semana que enaltece todo lo que es la parte ritual cristiana. Es ahí donde se interpretan los orígenes de la danza y, a su vez, a través de la conquista, se llega a introducir con la parte católica."

Este encuentro se ha convertido en un espacio resaltar la cultura del México ancestral y el México mestizo, donde las danzas prehispánicas se entrelazan con la religiosidad católica en una ceremonia cargada de fe e historia.

Lee también:

La danza, con su ritmo de caracoles, tambores y penachos, no es solo arte ni espectáculo. Es oración en movimiento, es resistencia cultural, es un acto de fe.

Durante estos días santos, danzantes provenientes de diferentes grupos del territorio potosino se unen para rendir homenaje a la vida, la tierra y a sus creencias, a través de la danza.

Fabián Camarillo Zapata y Valeria Camarillo Zapata. La segunda generación manteniendo vida la danza

En cada paso que dan sobre el escenario, Fabián y Valeria Camarillo Zapata no solo bailan: honran un legado. Son la segunda generación de una familia que ha hecho de la danza azteca su forma de vida.

Los hijos de Juan Antonio Camarillo y Carmen Zapata dos pilares del ballet folclórico Xochiquetzal, Fabián y Valeria crecieron rodeados de sonajas, plumas, caracoles y ensayos, hoy, con más de una década de danza, ambos continúan ese camino con el mismo amor y compromiso que han aprendido de sus padres.

Foto: Especial
Foto: Especial

Fabián Camarillo Zapata, con 18 años como miembro activo del grupo, recuerda cómo desde niño observaba con asombro los preparativos para el gran Encuentro de Danzas Aztecas en San Luis Potosí: “Me tocaba ver los ensayos, los trajes, todo el movimiento. Después, estar ya en la explanada del Museo Nacional de la Máscara, era algo padre de ver”.

Para él, formar parte de esta dinastía es más que un orgullo: es una forma de vivir la historia. “He tenido la fortuna de compartir escenario con mis padres, con mi hermana, y ahora con mi sobrina. Es una cadena que sigue creciendo. Cuando entré, era el más chico, el de menos experiencia, pero mi papá me enseñó todo; desde cuidar el vestuario hasta entregarte por completo en cada ensayo. Esa disciplina la sigo hasta hoy.”

Valeria Camarillo Zapata, con 20 años en el ballet y más de 15 participando en la danza azteca, vive esta pasión de manera aún más íntima. Ser madre de dos niñas y ver a su hija Camila ya en el escenario, replicando los mismos pasos que ella aprendió de niña, ha sido una experiencia única. “Bailar con ella es raro, porque casi siempre lo hacemos al mismo tiempo, pero hubo una ocasión en la que pude verla desde el público... y fue muy emotivo”.

Lee también:

El Encuentro de Danzas Aztecas no es solo un evento anual, para la familia Camarillo Zapata, es una celebración de vida, es refrendar su identidad y los lazos que unen a su familia.

Ellos no solo han mantenido viva esta tradición, la han fortalecido, la han hecho crecer y la han sembrado en nuevas generaciones.

La tercera generación de la familia que sigue manteniendo viva la tradición

Con tan solo 15 años, Camila Camarillo Zapata ya forma parte activa del legado familiar que por décadas ha mantenido viva la danza azteca en San Luis Potosí. Hija de Valeria Camarillo Zapata y nieta de Juan Antonio y Carmen, Camila representa la esperanza y la continuidad de una tradición que ha sido transmitida con amor de generación en generación.

Para ella, bailar no es solo seguir pasos; es una forma de conectar con sus raíces y con su familia.

“Es muy padre formar parte de esta nueva generación”, comparte. “Aunque llevo poco tiempo, me emociona aprender coreografías nuevas, descubrir bailes que antes solo había visto, y sentir esa energía tan bonita cuando bailo junto a mi mamá, mi tío por se siente la buena vibra y el amor.”

Camila no solo aporta juventud al grupo Xochiquetzal, sino también una frescura que ilumina el escenario. Cada vez que comparte escena con algún miembro de su familia, siente la vibra, la fuerza y el cariño que solo la danza familiar puede ofrecer.

Así, el legado de los Camarillo Zapata no solo sigue firme: se renueva, se fortalece y sigue vibrando con fuerza en los pies y el corazón de su integrante más joven.

TEMAS RELACIONADOS

Google News

[Publicidad]