Una de las festividades más importantes y antiguas de Ciudad del Maíz que se realiza hace más de 150 años, se lleva a cabo el domingo de resurrección en Semana Santa. Se trata de la fiesta de Los Diablos, seres personificados por habitantes de la Villa de San José e integrantes de la etnia Pame Xi ui.

José Andrés Izaguirre Zamora integrante Pame y originario de este municipio, en entrevista con EL UNIVERSAL cuenta que hace apenas un par de años comenzó a ser Diablo, se inició como matraqueo y tamboreo, pero este año volverá a personificar al mal en su pueblo.

Esta fiesta se anuncia con días de anticipación, señala Izaguirre Zamora, específicamente el Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado de Gloria con personajes de Satanás, Lucifer, Luzbel y Astucia, figuras que solo los hombres pueden personificar, con la que salen a recorrer las calles azotando el látigo contra el suelo para recordar al pueblo que el día se acerca.

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Estos cuatro seres representan el mal y los pecados del pueblo y su fiesta es el espectáculo más esperado al llegar el Domingo de Resurreción, la ceremonia es incluso comunitaria, pues ese día se colocan los Judas, piezas hechas de cartón, papel de china y pólvora, que donan los propios habitantes para que Los Diablos quemen los pecados de quienes los elaboraron.

Izaguirre Zamora explicó que cuando llega el Domingo, son llamados con el despertar de tambores que están hechos de madera y cuero de chivo. El recorrido cada año es el mismo, salen de la Iglesia de la Villa de San José y comienzan a caminar por las principales calles del pueblo quemando cada Judas que se encuentran a su paso. En un ambiente festivo y apropiándose del personaje, bailan y azotan su látigo sin hablar, lo único permitido es comunicarse con señas.

No lo hacen solos, también les acompañan sus matraqueros, personajes que portan imágenes religiosas, y los ‘Fariseos’ quienes tiene la función de cuidar el camino del pecado y poner orden entre el público usando sus garrochas para evitar que se acerquen cuando los Judas se consumen por el fuego de la pirotecnia.

Izaguirre señala que Los Diablos deben portar una máscara e indumentaria confeccionada por ellos mismos, sin embargo algunas máscaras se compran a los artesanos del pueblo que aún las confeccionan.

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Los Diablos cobran vida con máscaras de patol

Las máscaras que portan Los Diablos de Ciudad del Maíz están hechas a partir de un tronco de madera conocido como patol o sanpante, que se consigue en una comunidad conocida como “La italiana”, se elige esta madera porque es un material dócil para tallar y ligero cuando se debe portar, cuenta en entrevista Feliciano Izaguirre Geronimo del ejido San José perteneciente a la comunidad Pame Xi úi.

Las máscaras “van saliendo sobre el pensamiento”, nunca hay un diseño previo. Confeccionar una  de ellas puede tardar varios meses en manos de un aprendiz, pero para don Feliciano su tallado es posible concluir en una semana “cuando hay tiempo”, luego de cuidar sus chivas y trabajar en el campo.

Además de la madera, se utilizan cuernos de vaca y orejas hechas de cuero para dar forma al diablo, los cabellos para otorgar barba o pestañas a las máscaras son de caballo.

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Don Feliciano narra que heredó los conocimientos de tallado gracias a su tío, don José Cruz Palomo, quien en vida fue también un mascarero reconocido en la comunidad y maestro de otros artesanos. Actualmente “son pocas las personas que se dedican a confeccionar estas máscaras” reconoció.

El artesano Pame explicó que inició desde joven, primero como aprendiz de su tío y “apenas hace 14 años elaborando máscaras” de los personajes de Los Diablos en madera de patol.

Explicó que con solamente fijarse como su tío tallaba las figuras sobre la madera “le nacieron las inspiraciones” y con el paso de los años eso le ayudó a crear sus propias piezas, disfrutando más la elaboración de los “tecolotitos” o  búhos “para los licenciados”. Además de crear máscaras también fabrica los “huacales” de vara dulce para los caballitos de la “Danza de los Caballitos broncos” o “Danza San Martín Caballero”.

Ha elaborado tantas máscaras que perdió la cuenta, sin embargo recordó una ocasión cuando visitó un establecimiento con amigos y reconoció su trabajo “porque se reconoce los que uno hace con las manos de uno mismo”. Se trataba de una de sus primeras máscaras y se encontraba colgada sobre un muro del sitio.

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Al preguntar al dueño del establecimiento, éste le dijo que la pieza la compró con un artesano en Ciudad del Maíz, habían pasado tantos años que no lo reconoció, sin embargo sus amigos vitorearon que el joven artesano que en aquel entonces se lo vendió se encontraba frente a él.

“Ese día encontré esa máscara después de mucho tiempo, de las primeras que yo hice, y pues es una satisfacción muy bonita verlas en diferentes lados y encontrarte con ellas” expresó.

Desde hace algunos años, algunas máscaras de don Feliciano se exhiben en el Museo de la Máscara, recinto que se ubica en la capital del estado potosino, fueron donaciones del municipio y todas ellas han sido bailadas por Los Diablos en Semana Santa.

Actualmente don Feliciano enseña a sus hijos porque está consciente que “uno no es eterno” e imparte talleres a niños bilingües Xi ui de la escuela Ponciano Arriaga, pero debido a que “el tallado de máscara es concentración, es paciencia”, de diez menores que ha tenido a su cargo sólo tres niños y una niña se interesaron en el tallado de madera, solo éstos pequeños han permanecido como sus aprendices para continuar con el legado y tradición de realizar máscaras.

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