En el tramo de la avenida Reforma de San Luis Potosí, donde la modernización urbana buscaba abrir paso a un corredor turístico, había una casa que nadie lograba derribar.

La edificación denominada popularmente “Las Cañitas” por su fama entre vecinos llamó la atención desde finales de los años noventa, cuando el municipio y promotores urbanos incluyeron la zona en planes de renovación urbana.

Según los relatos, la propietaria era la señora Raquel, quien enfrentaba juicios de expropiación.

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Mientras los litigios se prolongaban, la finca quedó deshabitada pero no pasiva, ya que por las noches se reportaban luces encendidas, ruidos extraños y sombras que se asomaban por las ventanas.

El plan municipal contemplaba la demolición de varias casonas en avenida Reforma, Uresti y Carranza, con el objetivo de convertirlas en espacios turísticos o de recreación.

En ese proceso, la mayoría de los propietarios aceptaron los términos o fueron expropiados. Sin embargo, esta casa se convirtió en un punto de resistencia.

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La voluntad de la edificación para no ceder al derribo se convirtió prácticamente en leyenda urbana: maquinaria que se averiaba de forma inexplicable, obreros que se negaban a entrar al recinto por presencias extrañas y rumores de que la propiedad estaba embrujada.

Vecinos y trabajadores describieron que al interior de la casa se escuchaban puertas que se abrían solas, pasos en pasillos vacíos y una luz que se desplazaba entre habitaciones. Más aún: se mencionó el hallazgo de un de la época virreinal, que habría conectado la finca con otros recintos antiguos de la ciudad.

Ante la resistencia de la casa, se dice que los responsables del derrumbe recurrieron a un médium o sacerdote para efectuar un .

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Poco tiempo después, la casa cedió y fue demolida de madrugada para evitar más complicaciones.

El sitio donde estaba la casa hoy luce despejado, parte del proceso de renovación urbano. No obstante, la leyenda no ha desaparecido. Vecinos comentan que, en noches silenciosas, aún escuchan golpes subterráneos en el terreno donde la finca estuvo ubicada, como si el túnel aún tuviera vida propia.

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