La loca Zulley, está loca, pero loca de verdad. Era una chica preciosa y de buena sociedad. Vestía de seda y encajes y con mucha propiedad.
Zulley sonreía siempre, llena de felicidad. No tenía padre ni hermanos, pero vivía con su madre y una hermana. Vivía en el barrio de San Miguelito, San Luis Potosí por donde paseaba a diario, narra María Luis Durán del Museo Francisco Cossío, de la capital potosina.
Un buen día de primavera, Claudia Zulley conoció a un hombre llamado Rodolfo y de él se enamoró. Ella tenía 16, y él unos cuantos más.
Una noche de verano, Rodofo le entregó un anillo hermoso que pasó de generación en generación en su familia como prueba de amor y le pidió matrimonio. Claudia, feliz, aceptó y a partir de ese instante su gran boda comenzó a preparar.
Una mañana de otoño, Claudia de blanco vistió y con su madre y hermana caminó a la iglesia.
Zulley arribó más hermosa que nunca y espero ansiosamente en al altar a Rodolfo, sin embargo conforme pasaban los segundos, su vida empezaba a desmoronarse, pues Rodolfo no llegaba… Sus familiares y amigos la veían compasivos, mientras ella seguía esperando, pero este nunca llegó.
Zulley lanzó un desgarrador lamento y estalló en llanto, pensando que Rodolfo había perdido la vida, pues es lo único que impediría que él llegara por ella.
No se sabe que fue lo que pasó, si realmente falleció o la abandonó.
Después de haber sido plantada en el altar, Zulley nunca fue la misma, empezó a perder la razón, y caminaba por las calles del pueblo vestida de novia, simulando que iba agarrada del brazo de su amor, en ocasiones ella confundía a los hombres con Rodolfo y ellos le seguían la corriente por compasión, sin embargo algunos otros se aprovechaban de su situación.
Zulley envejeció pero de Rodolfo nunca se olvidó, pues hasta el último día de su vida, ella lo tenía presente, incluso después del día en que murió, pues en la plaza del pueblo y por los alrededores de la iglesia, el espíritu de Zulley se aparece vestida de novia.