San Luis Potosí es uno de los destinos más versátiles de México. En su capital, la arquitectura colonial se mezcla con plazas llenas de historia, museos y una atmósfera que evoca tradiciones centenarias.
Sin embargo, es fuera de la ciudad donde el estado revela su lado más cautivador, cuando llega el otoño son los pequeños pueblos los que se visten de colores cálidos y se convierten en escenarios perfectos para una escapada de noviembre.
Ubicado en la zona altiplano, Real de Catorce conserva el encanto de un antiguo pueblo minero y la espiritualidad de un centro ceremonial huichol. Sus calles empedradas, la parroquia de la Purísima Concepción y el famoso túnel de Ogarrio dan la bienvenida a visitantes que buscan vivir la magia de la sierra.
Durante el otoño, el aire frío de la montaña y la luz dorada del atardecer realzan la belleza de sus paisajes desérticos. Además, en esta temporada es común encontrar peregrinaciones y ferias artesanales con piezas inspiradas en la tradición wixarika.
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A sólo 22 kilómetros de la capital potosina, Cerro de San Pedro ofrece una experiencia llena de historia. Fue el punto donde inició la riqueza minera que dio nombre al estado y hoy es un sitio de arquitectura colonial con templos, minas antiguas y calles llenas de leyendas.
En el otoño, sus colinas rojizas contrastan con el cielo despejado, creando vistas únicas para la fotografía y el senderismo. Los visitantes pueden disfrutar de su gastronomía típica, que incluye barbacoa, frijoles puercos y bebidas tradicionales como el pulque y el mezcal artesanal.
El municipio de Mexquitic de Carmona, fundado en el siglo XVI, es una joya natural y cultural. Rodeado por la presa Álvaro Obregón y un entorno de mezquites, ofrece actividades acuáticas como paseos en lancha y kayak, además de recorridos por su zoológico y jardín botánico.
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En noviembre, el clima templado y el aire limpio lo hacen ideal para disfrutar de un día al aire libre. Su cocina local destaca por las gorditas de horno que forman parte de la herencia prehispánica del estado.
A tan sólo 61 kilómetros de la capital, Armadillo de los Infante parece detenido en el tiempo. Fundado en el siglo XVIII, este pueblo conserva joyas arquitectónicas como el templo de la Purísima Concepción y la casa de la Familia Infante, donde se instaló la sexta imprenta de México.
Su entorno rural, rodeado de sierras y caminos tranquilos, lo convierte en un destino ideal para quienes buscan calma y autenticidad. En noviembre, sus calles adquieren tonos ocres y el clima templado invita a degustar platillos tradicionales como el asado de boda y los tamales de hoja de maíz, acompañados del típico colonche, bebida fermentada a base de tuna.
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Al sur de la capital, Villa de Zaragoza combina historia, cultura y naturaleza. Fundado en el siglo XVII, este pueblo es conocido por su artesanía en ixtle, de la que se elaboran bolsas, tapetes y cuerdas con técnicas ancestrales. Entre sus principales atractivos destacan la Ex Hacienda de La Sauceda, el Parque Natural La Parroquia y el Valle de los Fantasmas, ideales para excursiones familiares.
Durante el otoño, los visitantes pueden degustar barbacoa, queso, miel de tuna y mezcal artesanal, mientras disfrutan de un clima templado y vistas de montaña.
Una mención especial para la Sierra de Álvarez, considerada Área Natural Protegida desde 1981, este lugar es el refugio natural más espectacular del centro de San Luis Potosí. Sus bosques de encino, eucalipto y pino se tiñen de tonos dorados y rojizos durante el otoño, creando un paisaje perfecto para actividades como el senderismo, el campismo o la observación de aves migratorias.
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Con más de 100 cavidades naturales, este corredor ecológico es también un paraíso para el espeleísmo y la fotografía de naturaleza. Desde sus senderos es posible admirar especies emblemáticas como el águila real y la mariposa monarca.
El otoño, que en México se extiende del 22 de septiembre al 21 de diciembre, es una época en la que los días se acortan, el clima se vuelve templado y los paisajes cambian de color.
En San Luis Potosí, esta estación invita a disfrutar de la calma de sus pueblos, la riqueza de su gastronomía y la calidez de su gente. Ya sea entre montañas, desiertos o bosques, noviembre es el mes ideal para explorar estos pueblitos otoñales y vivir una experiencia que combina historia, naturaleza y tradición potosina.