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“Hay otros compañeros que no dan nada, no nos cuesta compartir un poco, nomás véales la cara de felicidad”, comentó Armando Torres mientras giraba un palillo de madera para formar el algodón de azúcar. Él y su esposa María se dedican desde hace 50 años a vender este tradicional dulce mexicano.
Desde que se instaló el árbol monumental en Plaza de los Fundadores, volvieron a salir a la calle. La pandemia les quitó su fuente de ingreso y ahora en fechas decembrinas intentan recuperarse un poco. Alrededor de las 10:00 de la noche las autoridades municipales les dan el pase.
Foto: Fabiola Juárez
Comienza el espectáculo, el azúcar cae en el molino, Armando va formando los algodones, de uno, dos o hasta tres colores. Rosa, azul y morado. María embolsa, a un solo brazo, cada pieza confeccionada, reparte y cobra, a 20 pesitos cada uno. Las hebras que escapaban del balde son atrapadas por niños y adultos.
Foto: Fabiola Juárez
Entre risas, brincos y hasta empujones las personas se amotinan para alcanzar los hilos de azúcar que revolotean alrededor del árbol navideño. Armado Torres sonríe, disfruta su trabajo, sólo pide que las autoridades municipales los dejen vender desde más temprano, para mejorar sus ingresos y seguir regalando algodón de alegría.
Foto: Fabiola Juárez
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