Luciana de Luca (Buenos Aires, 1978) escribe una novela singular por su lenguaje, conmovedora por la propia historia, pero, a su vez, escribe sobre lo que condiciona a hombres y mujeres, sobre la pérdida y las heridas de la vida; sobre la memoria y su fragmentariedad. “Llevo colgando del cuello, fresca, desesperada como las flores salvajes que nacen para morirse al otro día, esta sensación incómoda, apretada, de que nunca se llega a conocer bien a nadie”, escribe de Luca en esta novela que se abre sórdida y luminosa en una historia cuyo principal protagonista es el lenguaje.
Otras cosas por las que llorar es tu primera novela y hablas sobre el deterioro de la memoria. ¿De dónde nace la necesidad de narrar sobre este tema?
LDL: Fue una novela que, al principio, no era una novela. No me lo propuse al comienzo así, me puse a escribir porque me funciona el trabajo, quizá al principio no tan estandarizado, sin un fin. Me parece que la novela, así como se arman las tormentas, cuando se dan las condiciones atmosféricas, se fue armando un poco sola. Hay cierta cualidad un poco catártica y de reunión de pensamientos y de maneras de ver el mundo. Hay una síntesis en la novela, algo que tiene que ver con la edad, con llegar a un punto de la vida y reflexionar hacia atrás y hacia adelante, creo que hay una relación con la lengua y una reflexión sobre ella, como una herramienta para conocer el mundo y para conocerse a uno mismo. La memoria como algo sobre lo que por ahí antes, en la juventud temprana, no había reflexionado tanto; el lugar de la memoria, el peso de ella, y la memoria como algo finito, algo que se puede deshilachar, y cómo queda la memoria en relación con el lenguaje. ¿Qué pasa cuando la memoria comienza a romperse o cambiar de forma? No sabemos si se rompe, a lo mejor es una manera de evolución en algunas personas. Quizá sea una pérdida, la pérdida como transformación de la memoria y su relación con el lenguaje.
¿Te interesan los temas que tienen que ver con el deterioro gradual de la psique humana, o ha sido una excepción a tus temas?
LDL: Me interesa un poco el desborde, lo que se sale de la norma, del orden físico y mental. Me interesa lo que se corre, lo que se sale de lo que estamos esperando, lo que funciona. Sí me interesa la memoria. Me doy cuenta en la escritura que estoy todo el tiempo recuperando la memoria para armar un relato, una novela, una estructura. No sé si voy a volver a escribir sobre eso exactamente, pero es un tema que sí me interesa por la plasticidad del lenguaje. A lo mejor no tanto la reflexión sobre la plasticidad, sino usarla, tenerla a mano y trabajarla. Es un tema que, en la actualidad, me viene muy seguido.
Esta novela yo la veo, a su vez, como una historia sobre el extranjerismo de ser mujer. ¿Tiene que ver con una cuestión autobiográfica?
LDL: Cada lector y cada lectora tienen su propia lectura del libro y es algo que me gusta. Me parece totalmente legítimo y, además, me genera mucha satisfacción. Yo soy lectora y fui lectora antes de ser escritora. Sigo siendo lectora. Me interesa más lo que los lectores leyeron que lo que yo escribí de alguna manera. Siempre me parece muy fascinante porque yo lo hago como lectora. Me parece que ahí hay una gran cosa de los libros: lo que uno abre, lo que uno percibe y uno provoca dentro de sí mismo. Sí, hay algo de la extranjería, creo que es la primera vez que alguien me lo pregunta. Me encanta [ríe]. Sí, hay algo de sentirse extranjera. Creo que tiene que ver con sentirse extranjera dentro de un pacto cultural de lo que es, en ese momento, ser una mujer y cumplir con sus roles. Creo que eso se extiende en el tiempo, es simbólico, esa es Carolina en su momento; sintiéndose extranjera soy yo. Hoy, un montón de años después, con algunos patrones repetidos, pero también sintiéndome extranjera, en los roles, en algunos aspectos de la sociedad, y después, con cierta condición. Yo soy bisnieta de inmigrantes, ya me quedaron un poco lejos. Una parte de la familia muy pequeña era criolla argentina y el resto eran todos inmigrantes, gente muy nómada que se fue de sus pueblos, en general hubo mucha migración de pueblos a ciudades grandes. Algunos volvieron, otros no. Hay una sensación de sentirse demasiado arraigado a nada. Ni a los rituales de ser mujer ni a los rituales de una familia, ni de un trabajo, ni de las obligaciones y tampoco del hogar. Un poco de sentirme de ningún lado. Entonces, sí, hay una extranjería simbólica y una real en mi libro.
¿De dónde surge esta necesidad de apelar al desarrollo de un lenguaje poético? ¿Dónde nace Carolina, antes o después del lenguaje?
LDL: Yo creo que Carolina nace después del lenguaje. Hay una materia previa que es el lenguaje y la plasticidad de este. Me gusta creer que el lenguaje es un mar desconocido al que me tiro y en el que voy encontrando cosas, voy metiendo las manos en el agua y voy sacando animales, pedazos de naufragios, y cosas que no conozco. Me interesa la libertad y una cosa muy anárquica en el uso del lenguaje. El lenguaje tiene esta posibilidad. No sé si es una búsqueda personal, trato de no caer en la autoconsciencia porque se pierde la frescura, me gusta tener una relación más animal con la escritura y me parece que la poesía tiene una visceralidad y una condición tan genuina que me parece que es de donde quiero partir y estar siempre.
Lo onírico está muy presente en la novela. ¿Es una de tus obsesiones?
LDL: Creo que se dio un poco siguiendo la génesis de Carolina. Me interesa la soledad y el desparpajo que permite estar solo. De alguna manera se hizo como una especie de continuación de los sueños de esa soledad, y me interesaba que se borrara, que se volviera un poco porosa la frontera entre lo que pasa y lo que Carolina puede ver por su condición de salud mental, entre lo que recuerda y lo que sueña, me interesaba un poco esa cosa borrosa, brumosa, entre un universo y otro. Se fue dando espontáneamente. No lo planifiqué.
LDL: ¿Podría decirse que es una novela, al mismo tiempo, sobre el confinamiento en la memoria, en los recuerdos que una vez nos construyeron?
R: Hay cosas que aparecen mientras la estoy escribiendo y otras que aparecieron después. Por momentos no me detuve a reflexionar, a pensar esto, sencillamente apareció en el texto y es algo que me parece muy hermoso en la literatura. Hay algo del confinamiento en la memoria que reproduce o es el reflejo de un confinamiento real. Hemos vivido así mucho tiempo y no nos dábamos cuenta, y uno veía a las mujeres de otra época que, supongo en México debe ser igual, las amas de casa, destinadas al hogar, encerradas en un mundo de referencias muy pequeño. Hay un confinamiento social, cultural y después viene el de la memoria. En ese espacio pequeño, una habitación propia que a veces es una misma, la memoria, el espacio para recordar, recrear y protestar.
Los escenarios son muy vívidos, casi protagónicos, pero también muy simbólicos. ¿Consideras que escribiste una novela críptica, o eso se lo dejas al lector?
LDL: No lo tenía planeado. Hay algo medio punk en la escritura y que es esta idea de voy a escribir y no me importa nada. No me pregunté si era críptica antes y quizá no me importó después. A mí me interesa mucho lo genuino en la escritura, ni pegarme a una agenda de época ni a una moda ni a ningún mandato. Trataría de que la literatura se mantenga lo más sana y salva posible. Entonces no, diría que quedó así porque es lo que pedía la historia. Me pidió el lenguaje y todo lo sumado a ello, pero no lo planifiqué.
¿Había otro título para este proyecto?
LDL: La novela durante muchos años se llamó Carolina. Era en casa Carolina y hablábamos de Carolina. Con el libro editado y corregido hasta la enfermedad, fue mi editora la que me pidió que hiciera una lista de nombres posibles. Salió uno más aberrante que el otro, eran una vergüenza [ríe]. Esto fue un viernes, al lunes siguiente nos reunimos virtualmente y ella me mostró su lista. El primer título que leyó fue Otras cosas por las que llorar. Y dije: no lo puedo creer, es perfecto. Por supuesto, no leí los míos. Quedó ese.
Y, por último, ¿estás escribiendo algo actualmente?
LDL: Sí, estoy escribiendo. Entregué una novela que ya estaba terminada. Me puse a escribir algo, y después otra cosa, y al final seguí ambas. Tengo un compromiso con la editorial, así que tengo que honrar mis compromisos. Me peleo mucho con la escritura… los tiempos, la vida misma, pero me gusta ponerme exigente. Hay dos proyectos en camino, los dos quieren ser novelas, tengo un libro de cuentos inéditos con mucho de horror que es un género que me gusta y lo uso de distintas maneras. Así que veremos.