Durante años, la presa San José fue más que una infraestructura hidráulica de San Luis Potosí, ya que era el punto de encuentro para cientos de familias potosinas que buscaban escapar del bullicio de la ciudad sin salir de ella.
Sus corredores llenos de aromas, risas y pasos apresurados hoy viven sólo en la memoria colectiva, luego de que el acceso fuera restringido al público.
Quienes la visitaron recuerdan con cariño los fines de semana, cuando el lugar se transformaba en un espacio vibrante lleno de vida. Al llegar, te recibía un corredor de antojitos, donde era casi obligatorio detenerse, ahí se encontraban las tradicionales gorditas, tostadas, quesadillas y aguas frescas; hasta las tradicionales nieves de garrafa y frituras cubiertas con salsa y limón. Un festín al aire libre.
Luego venía lo mejor, el paseo familiar por la presa ya que se podía recorrer caminando, trotando, en bicicleta o en patines. Las familias avanzaban por el borde de la cortina, respirando aire fresco y disfrutando de la vista del agua quieta, mientras los niños corrían, jugaban o montaban sus bicicletas.
Al avanzar los paseantes se encontraban con la famosa resbaladilla de concreto, lugar por el que pasaron generaciones deslizándose sobre cartones, cajas o botellas, la adrenalina era parte de la experiencia.
Recorrer la presa era para muchas familias un lugar de los pocos espacios donde la convivencia y la naturaleza se encontraban sin costo alguno.
Los fines de semana, especialmente los domingos, la presa se llenaba de familias, parejas, grupos de amigos, personas mayores que caminaban con calma y jóvenes que iban a sacar fotos, a escuchar música o hacer rappel. No era raro ver vendedores ambulantes, globos, algodones de azúcar y niños con burbujeros. Era, en muchos sentidos, una postal viva de la vida potosina.
El cierre de la presa San José para el uso recreativo fue gradual y aunque se ha hablado en diversas ocasiones de rehabilitar el lugar y abrirlo nuevamente al público, lo cierto es que el corazón de muchos potosinos sigue guardando la nostalgia de aquellos días soleados, con la presa llena de vida, aromas y risas.
La Presa San José fue, durante años, un refugio urbano de esparcimiento que hoy muchos añoran con cariño y esperanza de volver a visitar algún día.