San Luis Potosí se viste de solemnidad y misticismo cada Viernes Santo, cuando sus calles se convierten en el escenario de la emblemática Procesión del Silencio, un acto de fe que combina tradición, arte, música y profundo respeto.

Detrás del recogimiento y el fervor, destacan figuras clave que dan vida a este cortejo viviente. Entre ellos, los heraldos, charros, damas andaluzas y monaguillos representan los pilares simbólicos que anuncian, abren, honran y acompañan este momento sagrado.

Foto: Especial
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Los heraldos son los primeros en salir. Ataviados con indumentaria corta negra con vivos dorados, boina con tocado de plumas y portando un clarín o corneta, estos mensajeros del silencio tienen la misión de anunciar con su vibrante toque el inicio de la procesión.

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Desde las escalinatas del Teatro de la Paz, el clarín de un heraldo rompe el aire nocturno para convocar al recogimiento. Junto con la Guardia Pretoriana, se dirigen a las puertas del Templo del Carmen, donde, con tres toques solemnes en la puerta y ocho campanadas, dan paso a los heraldos del interior, confirmando que la Procesión del Silencio ha comenzado.

Su presencia no es solo ceremonial. El sonido de sus clarines sin vestidura, con un moño negro como señal de luto, es un llamado a la introspección y al respeto por el dolor de la Virgen, figura central del cortejo.

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Los charros y rejoneadores son quienes abren paso a la procesión. Representan el mestizaje cultural y la identidad nacional, montan a caballo, vestidos con el tradicional traje de gala negro, en una imagen que combina fuerza, elegancia y respeto por las raíces mexicanas. Su andar pausado marca el ritmo solemne del desfile religioso.

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Desde 2015, las damas de usanza andaluza también han tenido un lugar importante. Ataviadas con trajes negros satinados, peinetón y mantilla, su presencia remite a las tradiciones religiosas de Cádiz, Jerez de la frontera, San Fernando y Sevilla.

Esta cofradía de mujeres evoca la influencia española en el origen de la procesión y con su andar sereno recuerdan el vínculo histórico entre México y la religiosidad andaluza.

Foto: Especial
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Por su parte, la Cofradía de Monaguillos encabeza el desfile. Son niños y jóvenes que visten sotana y roquete, procedentes del Templo del Carmen y de la Catedral Metropolitana. Su participación representa la pureza, la vocación de servicio y el futuro de la fe.

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Cada uno de estos personajes da forma a una procesión que no solo es espectáculo, sino un acto de profunda espiritualidad. En San Luis Potosí, el silencio no es ausencia, sino un lenguaje sagrado que cada año vuelve a hablar.

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