El panteón de El Saucito, fundado en 1889, es mucho más que un cementerio: es un espejo de la sociedad potosina de finales del siglo XIX.
Según Guadalupe Corpus, trabajador del panteón, la disposición de las tumbas sigue un patrón que refleja las diferencias sociales y económicas de la época.
“Desde la entrada se encuentran los mausoleos de primera clase”, explicó Corpus en entrevista para EL UNIVERSAL San Luis Potosí.
“Son las familias que aportaron recursos para la construcción del panteón, principalmente hacendados y personas con alto poder adquisitivo. Entre ellos están los López Portillo y los Ipiña, reconocidas por su influencia y fortuna. A medida que uno avanza hacia el interior, se encuentran las demás clases, hasta la sexta, con familias de menor poder económico”.
De acuerdo con Corpus, los mausoleos de primera clase ocupan lugares privilegiados en el primer cuadro del panteón, en reconocimiento a las contribuciones de estas familias.
“Se les ofreció el derecho a los lugares más destacados como agradecimiento por su apoyo económico. Así quedó establecido que quienes aportaron dinero tendrían los sitios más visibles y más grandes”.
El recorrido por el panteón revela un orden social incluso en la muerte, donde la ubicación de cada tumba refleja la posición que la familia ocupaba en vida.
Mientras los mausoleos de primera clase destacan por su tamaño y detalles arquitectónicos, hacia el interior del cementerio las tumbas son más sencillas, representando a las clases sociales menos adineradas.
Por lo que caminar por el panteón El Saucito es como recorrer la historia de San Luis Potosí, pues cada tumba, cada diseño, nos habla de poder, riqueza y legado familiar. Es un espacio donde la historia económica y social quedó grabada en piedra y tierra.
Este dato curioso convierte al panteón El Saucito en un sitio de interés histórico y cultural, que permite a los visitantes no sólo rendir homenaje a los difuntos, sino también comprender la estructura social de la ciudad a lo largo de más de un siglo de historia.