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Proveniente de Argentina, Selva Almada (Entre Ríos, 1973), es una escritora notable que se ha abierto paso en el panorama literario internacional por su peculiar estilo para escribir, temáticas e, incluso, la carga poética de su obra. Aún hacía sol cuando nos vimos y la claridad de su rostro reflejaba, además de una disposición ineludible, una sonrisa y encanto desbortantes. Después de innumerables postergaciones, logramos vernos y hablar de No es un río (2020), su última novela que ha aparecido en el Mapa de las Lenguas, en su edición 2021, y bajo el sello de Literatura Random House.
Selva, ¿de dónde nace la idea de concentrarse en un universo narrativo de voces masculinas?
R= En realidad, no fue un plan de obra, sino que se fue dando un poco naturalmente. Surgió así en la primera novela que es El viento que arrasa en esta trilogía que yo llamo “de los varones”. Cuando yo empecé a escribir esta novela, en realidad, era un cuento, no tenía planeado que fuera una novela. Ese relato creció y empezaron a aparecer otras líneas narrativas y la trama comenzó a desplegarse de la idea de lo que yo tenía que era algo muy chiquito. Aunque la novela es muy corta, el universo es muy reducido, pero las reescrituras de ese cuento, devenido en novela, empezaron a tomar más protagonismo los padres, los varones, que son el reverendo y el mecánico, y apareció con más fuerza el tema de Dios y la religión. Que bueno… Dios es también el gran patriarca occidental. Fue medio sin querer. Nunca hubo alguna idea de por medio. Podría decirse que fue algo accidental. No sucedió lo mismo con Los ladrilleros, que en esta novela hubo mas conciencia, donde se juegan temas que tienen que ver con las formas amorosas que tienen de relacionarse los varones, tanto en el plan erótico, entre hermanos, entre padre e hijo, ahí ya había una conciencia mayor de que estaba escribiendo sobre un universo más masculino. Desde chica estuve muy vinculada a este universo porque era la única mujer, hasta que nació mi hermana, tenía primos, hermanos, amigos varones. Tuve una relación muy estrecha con ellos durante la primera infancia. Siempre tuve interés en las maneras de relacionarse de los varones en por qué se tejen las alianzas que se tejen, en qué miran y qué piensan. Me gusta pensar en mentes y personalidades varoniles complejas.
¿Cómo inicia el proceso de No es un río?
R= No es un río también surge a partir de una anécdota que es la escena con la que arranca la novela. Eso lo escuché, me interesó y yo lo había visto, lo había escuchado, de estas rayas de agua dulce que podrían adquirir tamaños monumentales, pero no tenía idea de cómo se pescaban. En esa anécdota lo contaron y me impactó mucho que todo terminara con un balazo, que no me había imaginado un arma de fuego en el contexto de una pesca. Me pareció inmediatamente una escena muy atractiva para abrir un relato, tres personas, tres hombres, forcejeando a un animal de estas proporciones y después pegándole un balazo, aunque después no sabía muy bien qué iba a pasar con eso ni qué iban a hacer con la raya, pero eso fue apareciendo en el transcurso de la escritura. Cuando empecé el relato, bueno, me pregunté quiénes son los que están arriba del bote, por qué hay un chico, qué tiene que ver con ellos, por qué un personaje de estos tiene un arma. Así empezó la construcción de los personajes, comenzaron a dibujarse en función de esa historia que empieza a aparecer.
El paisaje que impera en esta última novela es un río, ¿ha sido también un protagonista en tu vida?
R= No directamente o, por lo menos, hasta mis más o menos dieciocho años. Yo sí me crie, nací en una provincia que se llama Entre Ríos, justamente porque está rodeada de ellos, pero yo nací y creí que es un pueblo que está más al centro de la provincia, entonces no había una experiencia tan directa y cercana con el río. Recién tomé un contacto más cotidiano con el río cuando me fui a vivir a otra ciudad que se llama Paraná, que esta justamente sobre el río Paraná, que es uno de los ríos o el más importante de América del Sur y es un río realmente muy imponente. Ahí comenzó mi fascinación o romance con el río.
Al mismo tiempo, es este río el que se ve violentado. Es decir, tampoco se salva de la violencia de los hombres…
R= Totalmente. Es algo bastante frecuente en nuestro mundo actual como la depredación que viene desde hace décadas, y es hasta ahora que empezamos a tomar conciencia general y más comunitaria acerca de la importancia de la ecología, del río, de todo lo que vive sobre la tierra a parte de nosotros, los humanos, que nos hemos encargado en buena parte de destruirla. Se da mucho en esta zona de pescadores, no para subsistir, sino como un hobby, entretenimiento. Ocurre mucho esto de la depredación de pescar solo porque sí, no para comer, sino como un deporte, un entretenimiento. Estos forasteros que son los que van a pescar que inician uno de los conflictos de la novela justamente tienen esa actitud; un poco accidentalmente pescan esa raya porque representa para ellos un desafío y después sin saber qué hacer con ella la arrojan al río nuevamente, pero ya muerta. Ya no les sirve ni a ellos ni a nadie, y eso es un poco el disparador con estos dos grupos de personajes que son los forasteros y los que viven ahí todos los días, que realmente pescan para vivir. Así se empieza a armar esta historia cargada de violencia y venganza de unos hacia otros.
Es necesario mencionar que la violencia que se manifiesta normalmente va acompañada de otros varones, es decir, siempre hay cómplices, gente que participa o ve y no dice nada…
R= Sí, por lo menos lo que vemos acá diariamente y pasa en general en la situación de violencia de género es que esto de los hombres para juntarse y ejercer violencia o como vos decís cómplices unos de otros, en algún punto también la sociedad o la comunidad o el barrio también son cómplices de esa violencia de género. Recuerdo sobre todo cuando era chica no había esta conciencia que tenemos ahora gracias a los feminismos y movimientos feministas que por lo menos en los últimos años han causado muchísimo impacto, pero sabíamos en el barrio que uno de los vecinos le pegaba a su esposa, pero nadie intervenía. No se tomaba esto como algo que afectara a la comunidad entera, sino como algo que sucedía en esa casa y nadie tenía por qué meterse en lo que pasaba ahí. Parte de esa conciencia ha ido cambiando, sabemos que no es una cuestión privada y que sí nos importa a todos. Sin embargo, la sociedad en algún momento sigue siendo cómplice. Cuando hay casos de violación o femicidio, es cuando se empieza a escarbar en la vida de la víctima como intentando encontrar un argumento que justifique lo que le pasó.
La estructura de No es un río, sí bien es compleja y aparece desmembrada, también es cierto que podríamos decir que es limitada en cuanto al contenido que se comparte. ¿De dónde viene esta idea de no decirlo todo? ¿Tenías la intención de que el lector ubicara las piezas faltantes?
R= Sí, un poco yo escribo siempre así, no cerrando todo, sino dejando también espacios vacíos para que los lectores los completen con su propia experiencia de lectura o de vida. Que es así como me gusta leer a mí también, no me agradan las novelas donde está todo dado, donde todo cierra, donde todo está concreto. Me gusta esta idea de como lectora participar activamente de ese relato que estoy leyendo. En este caso puse especial atención porque quería realmente e hice un gran esfuerzo para que las escenas fueran muy condensadas y económicas. De hecho, parte del trabajo que yo hice fue escribir las escenas muy largas, muy detalladas y después empezar a recortarlas hasta que quedara lo mínimo. Fue un trabajo constante de escritura y de recorte, de escribir mucho para que después quedara poco, pero porque la voz de esta novela, que me parecía que era muy poética, también tenía que responder a esa economía que tiene la poesía, a esa síntesis que tiene la poesía.
La función estética de la novela también es muy llamativa. Por ejemplo, los diálogos aparecen sin la marca común. Incluso, podría decirse que con esto se les da un matiz distinto a las voces, ¿es una función estética o ha sido algo espontáneo?
R= Empezó a aparecer espontáneamente. La decisión de no poner marcas de diálogo sí estuvo desde un principio porque me gustaba como quedaba en la página y después empezó a aparecer la acotación, que es el verbo “decir”, que está en presente o en pasado según la novela, porque se va tramando en esos dos tiempos. Cuando empezó a aparecer, además de que me gustaba como sonaba, que yo también le presto mucha atención a cómo suena el texto, para mí es muy importante la música que arma al texto, y al principio me di cuenta de que me gustaba cómo sonaba, que le daba un ritmo y música particular. También pensé después que los diálogos eran pocos y esporádicos, no es una novela muy dialogada, esto también tiene que ver con el tipo de personajes, que son estos hombres que son muy introvertidos y que son, además, personajes que no tienen nada, que son bastante marginales. Me parecía que era necesario que se llamara la atención cada que uno hablara este “dice” o “dijo” fuera como un “hagan silencio y escuchen porque está hablando” y era como darle, también, una entidad a esa voz que aparecía cada que hablaba, como si cada cosa que dijeran fuera una declaración.
Curiosamente, salvo los espacios en blanco, no hay nada que divida a la novela. Sin embargo, la novela fluye sin interrupciones, como un río. ¿Había una intención de por medio, o por qué se produce esta ausencia de capítulos?
R=Sí, eso fue intencional. Me parecía que por momentos el texto empezaba a adelgazarse y a tomar la forma de una corriente de agua, también estaba bueno que no hubiera ningún número, ningún título, nada que detuviera la lectura, que no hubiera ninguna marca que cortara esa lectura, tratando de imitar la corriente de un río. Creo que eso también da la sensación de que fluye, empieza así en la primera página y termina en la última de la misma manera.
Actualmente, ¿qué es lo que lee Selva Almada?
R= Ahora estoy leyendo La tejonera de Cynan Jones, que no lo conocía yo, pero una editorial de acá de Argentina publicó una novela de él que se llama Tiempo sin lluvia, la leí y me encantó, porque también es un autor que aborda el mundo rural. Muy impresionante, con escenas muy duras, pero con una narración hermosa. Estoy leyendo poesía, me gusta mucho, aunque no al escriba, y ahora estoy leyendo Camelias: mujeres que toman té que es una antología de poetas latinoamericanas donde todas escriben alrededor del tema de tomar té. Es una selección muy linda. Después estoy también dedicándole una lectura más metódica a Juan L. Ortiz, su obra completa, y ahora lo empecé a leer con un amigo y estamos leyéndolo.
Para terminar, Selva, ¿estás trabajando algún proyecto o te piensas dar un largo receso?
R= Proyecto todavía no, sí estoy pensando en algunas cosas, pero nada concreto. He tenido algunas ideas, pero no tengo nada aún muy firme, así que no te puedo compartir nada porque todavía estoy muy en el aire, pero sí me gustaría estar escribiendo algo. Yo escribo muy poco, no es que termine de escribir un libro y comience otro. Me gusta hacer un poco de silencio. Hace un año que salió este libro, así que me gustaría pensar en qué podría escribir. Empezar algún borrador.