Desde el imponente salto de 105 metros de Tamul hasta veredas que conducen a la íntima cascada El Meco, la región despliega escenarios que combinan altura, aguas color zafiro y circuitos que requieren bote, caminata o guía local.
Tamul sigue siendo la gran atracción: un salto de aproximadamente 105 metros, alimentado por la unión de los ríos Gallinas y Santa María, que forma el río Tampaón. Aunque su fama es grande, el recorrido en panga o lancha por el cañón revela pequeños rincones y pozas cercanas que muchos tours exprés no alcanzan a mostrar.
Para llegar a Tamul lo más habitual es partir de Ciudad Valles y combinar traslado terrestre con un tramo en embarcación guiada.
A pocos kilómetros de El Naranjo, la cascada El Meco se ha consolidado como una joya de aguas hipnóticas.
A diferencia de Tamul, El Meco suele ofrecer miradores y pozas menos concurridas en ciertos días y su entorno permite combinaciones de senderismo ligero y nado en aguas claras.
Operadores locales ofrecen recorridos con transporte y guía. Quienes buscan silencio y fotografía suelen programar visita en días hábiles para evitar fines de semana saturados.
Las Cascadas de Tamasopo forman un pequeño circuito de varias caídas y pozas donde es posible nadar y saltar desde alturas moderadas; su ventaja es la diversidad: saltos, miradores y áreas de picnic a corto trayecto entre uno y otro.
Para quienes buscan lugares menos promocionados, Minas Viejas, un lugar con impresionantes pozas y caída de alrededor de 50 metros y El Aguacate, reportado como un salto de 70 metros y descrito por viajeros como “casi virgen” aparecen como alternativas que combinan belleza y menor afluencia turística.
Ambos sitios requieren logística a menudo contratar guía local o tour y dependiendo de la época, cuidados extra por caudales y accesos.