Un precedente en la historia en México fue la actividad económica y comercial que se dio por la consolidación de ferrocarriles como medio de transporte.
Mariano Leija Páez, nacido en 1934 en la localidad Estación Pinto del municipio de San Luis Potosí, ubicada a 30 kilómetros de la capital, cuenta que dedicó 42 años de su vida al servicio del ferrocarril.
Leija Páez migró de su lugar de origen hacia la capital potosina cuando apenas era un niño debido a la necesidad de iniciar su escuela, pero cuando llegó a su adolescencia abandonó sus estudios y comenzó a trabajar.
Mariano recuerda que fue su padre quien lo acompañó a los 17 años al sindicato de trabajadores de ferrocarril para pedir instrucciones de cómo podría obtener su primer empleo. En aquellos años, la estación más moderna que tenía la ciudad era la Estación Monasterio.
Siendo apenas un adolescente obtuvo el trabajo en 1951, inició como reparador de vías en una cuadrilla del ferrocarril, cinco años después ascendió a garrotero de piso y finalmente llegó a ser conductor oficial de trenes, llegando a obtener la asignación de 124 vagones.
“Un ferrocarril en marcha es una cosa muy hermosa tanto el pasaje como la carga” recordó don Mariano quien narró que en ese entonces la vía de transporte más importante fue el trayecto México-Nuevo Laredo.
Entre silbatos, lámparas fluorescentes que iluminaban letreros de hierro, el repliqué de campanas y un sin número de pasajeros, un día de jornada en esos años que la sociedad se movía en tren “era a toda máquina, hablando ferrocarrileramente” expresó don Leija Páez.
Se debían cumplir horarios, siempre había dificultades o contratiempos y también peligros “porque se nos podía olvidar un encuentro y chocar o nos descarrilábamos según la velocidad” contó.
Había tres tipos de vagones, mixtos, de carga y de pasajeros, para cada tipo existía señalización de velocidad en las vías del transporte.
Cuando llegó a ser conductor de trenes, sus labores consistían en llamar para anunciar a los pasajeros de 120 vagones dónde se encontraba el tren, la corrida que siempre manejó fue Saltillo-Venegas y en alguna época llegó hasta Monterrey.
Para Leija Páez fue especial el ferrocarril porque gracias a su trabajo de 42 años entre vagones y estaciones pudo hacer su casa y proveer a su familia “antes enviaba lo que ganaba a mi madre desde Saltillo”, dijo.
El conducir un vagón debía tomarse con seriedad, pues si se comprobaba responsabilidad en algún incidente el pago era con la cárcel.
“Al final de cada viaje se debía leer la hoja de reporte y en caso de eventualidades se reportaba inmediatamente en la estación de telégrafo, si se llegaba sin incidentes se esperaba la hora de la nueva partida” explicó.
Don Mariano narra que una ocasión mientras realizaba sus labores rutinarias de revisar el tren y a los pasajeros en la ruta de Saltillo, uno de los usuarios le alertó que una pareja de jóvenes se arrojaron a las vías, pidió don Mariano que no se le mintiera pues debía reportar el hecho de inmediato, el pasajero le aseguró que lo vio porque todo sucedió frente a su ventana mientras se mantenía en marcha la máquina.
Los trabajadores eran responsables de avisar o reportar en las estaciones más próximas usando el telégrafo estos y otros hechos, para que se investigará y se deslindaran responsabilidades.
Actualmente Mariano Leija Páez tiene 88 años de edad, se retiró de los ferrocarriles a sus 60 años en el año de 1995, cuando el rumbo de la historia de ferrocarriles en México cambió después de que el presidente Ernesto Zedillo decidió privatizar Ferrocarriles Nacionales de México. Para el año 2001 se anunció la desaparición del organismo y el país se quedó sin transporte ferroviario de pasajeros.