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Universo de Letras. “Furor Amoris”: un cuento de Ana Medina

La escritora mexicana, Ana Medina, presenta “Furor amoris” en exclusiva para EL UNIVERSAL San Luis Potosí, un cuento sobre la pérdida y el dolor que dejan los que se han ido y la necesidad de encontrarlos. Un cuento sutil y poético que deslumbra por su lenguaje.

Universo de Letras. “Furor Amoris”: un cuento de Ana Medina
29/06/2022 |13:00
EL UNIVERSAL San Luis Potosí
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Enamorarse y perder la razón es, quizá, la forma más cruel de amar.

Cada mañana, me levantaba pensando en si por fin sería el día, me preguntaba si era el momento para volver a verte. Por supuesto, hoy no fue la excepción.

Ha pasado ya más de un año desde la última vez que te vi, desde la última pelea que tuvimos; lo recuerdo perfectamente: el viento negro, sucio, el viento flaco y a veces reacio, la lluvia estrepitosa, el agua en los tobillos, la lluvia que galopaba y resbalaba por los cerros. El recuerdo inasible de lo que ya no será. Todo esto vuelve ahora, durante estas dos últimas horas y me retorna a aquel día.

—¡Estoy cansada! —terminé por decir, atiborrada de emociones, mientras soltaba las manos al aire.

—Es que sigo sin comprender cuál es el maldito problema, Aurora —dijiste, exacerbado. Un amasijo de emociones te deformaba el rostro—. Estoy harto. ¿Lo entiendes? ¡Estoy harto! No hay día en que no discutamos.

—¿A caso piensas que yo no? —dije e instalé la mirada en el suelo. Afuera, el viento lamía la cabeza de los cerezos—. Yo también la he pasado mal. Entiende esto: no eres él único. No lo eres. Y no pido nada del otro mundo, simplemente atención. Me siento sola, estúpidamente sola, voy y vengo, sin más, sin saber adónde, siempre buscándote.

—Nunca estás conforme —dijiste—. Yo ya no puedo.

—¿Adónde vas? —pregunté, cuando te vi tomar las llaves del auto.

—Me ahogaré si sigo aquí adentro —respondiste, mientras salías por aquella puerta para jamás volver.

Tiempo después la policía dijo que hallaron tu auto, pero que tú no estabas dentro. Busqué, busqué y busqué, pensando en dónde podría encontrarte. Las posibilidades eran infinitas. Al principio, llegué a creer en el abandono. Sonaba absurdo, quizás, pero a esas alturas de la vida y con la desesperación que ya me superaba, claro que lo parecía. Te dejará, entiende, tú no puedes darle lo que él quiere. ¿Comprendes? No puedes, decía la gente.

Te busqué en la luna pálida y en la roja, en la negra y la blanca, en la luna desmembrada, en la luna rota y sucia, en el mar, el mar soberbio y violento, en el mar impetuoso, te busqué en las canciones y todo aquello que me recordaba a ti.

Nunca te encontré.

Me miro en el espejo y no puedo negarlo y no puedo evitarlo, recuerdo bien, recuerdo bien cuando explicabas lo bonita que era para ti. Si estuvieras conmigo, me regañarías por todo el peso que he perdido. Apenas he llegado a mi cuarta década, aunque todos dicen que me veo vieja, ajada, carcomida y destrozada por el tiempo, y pienso que soy un huevo, aunque quizá menos que eso, apenas el cascaron, la carcasa de algo que ya no le sirve a nada ni nadie.

Recorro la casa que construimos juntos donde tantas veces fuimos felices, la cocina, el baño, la terraza que asomaba un pie a la luna, y la habitación que armamos cuando nos aferrábamos a la estúpida y enferma idea de ser padres, la causa de todos nuestros problemas.

Tu oficina, donde pasabas la mayor parte del tiempo, sigue como la dejaste, vacía, sucia, atiborrada de desperfectos, ahogada en la semipenumbra; libros viejos llenos de polvo, papeles hechos bola en cesto, nuestra foto de bodas, incluso la vieja escopeta con la que tanto te gustaba cazar y que yo siempre odié. Todo intacto. Sé que te reventaba que tocaran tus cosas, así que lo dejé igual, como te hubiera gustado, esperando a que volvieras. Vengo aquí a menudo. Aún huele a tabaco, a tabaco sucio; huele a ti, y es el olfato lo que me trae aquí. Es esto lo que me recuerda a ti. La escopeta que tengo en las manos también me recuerda a ti.

Mucho cambió desde que partiste. Tu madre aún sigue molesta y, desde entonces, no hemos hablado más.

—¡Es tú culpa! —dijo ella, antes de entornar los ojos, superada por el hastío de tenerme cerca—. ¡Se lo advertí! Le dije que contigo jamás sería feliz —recuerdo su voz ronca, pesada, su voz como un trueno que lo sacudía todo. Estábamos en la estación de policías. Ella a un lado, yo al otro—. Si lo hubieras dejado en paz él jamás hubiera salido. Desde el principio debió conseguirse a una mujer de verdad, una que al menos pudiera cumplirle el sueño.

Claro estaba que sus palabras no ayudaron mucho, pero de alguna forma tenía que tolerarlo, tenía que hacerlo mientras aguardaba la esperanza de tu regreso.

Muchos de nuestros amigos trataron de animarme, intentaron convencerme de visitar al loquero, internarme o tragar pastillas, salir de vez en cuando. Con el paso de los meses la amistad que alguna vez hubo termino por extinguirse.

Mamá estuvo aquí al inicio, dándome una larga platica de cómo vivió el duelo cuando yo era una niña, de cómo lidió con la pérdida de papá. Sin embargo, después de unas semanas, la convencí de que estaría bien, de modo que regresó a la ciudad con su nuevo esposo. Tiempo después tuve que lidiar, quizá acostumbrarme, a las lágrimas que corrían por mis mejillas a todas horas, a las lágrimas que caían como frutos rotos.

Por alguna razón, esta semana me he sentido un poco mejor. Hoy, incluso, me duché y me puse la camisa floreada que tanto te gustaba. De alguna forma la esperanza que creía muerta estaba de regreso. ¿Era posible? No lo sabía, pero quería pensar que sí, quería creer, quería tragarme el cuento. Volver a vernos, ¿lo imaginas? Compré el helado que tanto te gustaba, el mismo que comía cuando nos conocimos. Y me puse el mismo perfume que usaba aquel día. Lo recuerdo como si fuera ayer, a pesar de que han pasado poco más de veinte años.

Ahora estoy aquí, escribiendo esto por si decidieras volver. Si es así, encontraras la escopeta fuera de su lugar. Este es mi último intento por encontrarte. La razón por la que ahora quiero creer que hay algo más allá de la muerte es porque sé que si estás ahí, volveré a verte.

Ana Medina (Estado de México, 2005) escribe desde los doce años. Sus grandes referentes han sido Jane Austen y Emily Brontë. Ahora, a sus diecisiete años, ha participado en talleres de escritura creativa, creación literaria, cuento y novela en los módulos que ofrece Dimensiones Escritura Creativa. Representó a Morelos en el género breve en el Festival Nacional de Arte y Cultura en la edición 2021. Aspira a convertirse en una escritora profesional. “Furor Amoris” es su debut como escritora.