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A pesar de que la partería tradicional quedó prohibida en San Luis Potosí hace más de una década, la voz y la experiencia de Patricia Rivera recuerdan que esta práctica ancestral aún late en los hogares potosinos.
Patricia es heredera del conocimiento de su abuela y de una vecina partera de la colonia Satélite, por lo que ha acompañado a mujeres en momentos decisivos de su vida, brindando confianza y cuidados en medio de la incertidumbre.
“Yo no podría decir con exactitud cuántas mujeres he acompañado, tal vez unas 50. Nunca llevo la cuenta porque, para mí, lo importante no es la cifra, sino que las mamás y los bebés estén bien”, explicó Patricia, quien desde hace años se dedica a lo que llama su vocación: ayudar a quienes la buscan.
Su labor no es la misma de antes. En sus inicios pudo asistir partos en casa, tal como lo hacían sus antepasadas. “Antes sí se podía, ayudé a muchas mujeres a dar a luz, incluso a mí me asistieron cuando nacieron mis siete hijos. Ahora sólo puedo acompañar y acomodar al bebé durante el embarazo, pero no estar presente en el parto”, relató.
La prohibición llegó con la creación del Seguro Popular, hace alrededor de 17 años y, desde entonces, su trabajo quedó limitado; sin embargo, su presencia sigue siendo solicitada: “La mayoría de las mujeres llegan porque alguien más las recomienda. Una mamá que se sintió bien con mi acompañamiento lo comparte y así se va pasando de voz en voz”.
Los costos que maneja son significativamente menores a los de un médico particular. “Si un doctor cobra hasta 5 mil pesos por un parto, una partera tradicional pide menos de la mitad. Hoy, por acompañamiento y consultas para acomodar al bebé, los precios rondan entre 200 y 500 pesos. No se trata de un negocio, sino de estar presentes en un momento que cambia la vida de una familia”, aseguró.
Aunque no puede entrar a quirófanos, ni asistir directamente el nacimiento, su papel durante la gestación es vital. “El bebé se acomoda cada mes, y eso les da tranquilidad a las mamás. Yo las escucho, las acompaño, y eso es lo que ellas buscan”, explicó.
Patricia reconoce que sus pacientes son de todo tipo: “Hay mujeres con pocos recursos, pero también familias con muchas posibilidades económicas. Lo que tienen en común es que quieren un trato más humano, cercano, que muchas veces no encuentran en los hospitales”.
Sobre el futuro de esta tradición en San Luis Potosí, Patricia es cautelosa. “Hace cinco años se hizo un censo y muchas parteras ya estaban grandes. No sabría decir cuántas quedamos en activo. En la Huasteca todavía hay hombres que también se dedican a esto, pero son casos contados”, señaló.
La partería, explicó, no es sólo técnica, sino herencia y sensibilidad. “Aprendí mirando, ayudando a una mujer mayor que era partera y, sobre todo, a mi abuela. Así se transmitía antes el conocimiento, de generación en generación. Es algo que no se estudia en un libro, sino que se vive”, comentó.
Mientras la normativa la mantiene al margen de los partos, Patricia continúa fiel a su misión. Su historia es la de una mujer que, con manos firmes y corazón dispuesto, se resiste a dejar morir un saber que forma parte de la identidad cultural de San Luis Potosí.
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