Bruselas.- De los escombros de la Segunda Guerra Mundial, Europa emergió unida y como una de las regiones más equitativas y prósperas del planeta.

Los ciudadanos de la Unión Europea (UE) tienen en promedio una esperanza de vida de 80.7 años, cuentan anualmente con 22 días de vacaciones, gozan de una licencia de maternidad de 17.3 semanas y dedican 15 horas del día al ocio y cuidado personal.

Igualmente son partícipes de una de las sociedades menos desiguales, 1% de los europeos más adinerados concentra 10% de la riqueza total, la tasa más inferior del mundo después de los australianos en donde es de 9.1%. En Estados Unidos y Rusia es de 20.2%, mientras que en China y Brasil, 13.9% y 28.3.

El Viejo Continente ha transitado además por su periodo de paz más largo en su historia, con sus contadas excepciones: la sanguinaria desintegración de la ex-Yugoslavia, de 1991 a 1995, la guerra de Kosovo, en 1999, la invasión rusa de Georgia, en agosto de 2008, y la anexión unilateral de la península de Crimea por parte de Moscú en 2014.

Sin embargo, la paz, el progreso y la prosperidad alcanzada está en riesgo, no por una amenaza proveniente de naciones con ambiciones expansionistas, como ocurrió hace ocho décadas con la incursión armada de la Alemania nazi en territorio polaco, marcando así el inicio de la Segunda Guerra Mundial, sino por una serie de retos domésticos y externos.

Europa envejece. Para 2030 la edad promedio de los habitantes del continente será de 45 años, la más longeva a nivel mundial. La población de la Unión retrocederá, pasando de 6.7% a nivel mundial a 5.4% en 2050. Esto confrontará al bloque con problemas sin precedentes en todos los sectores de la sociedad, anticipa el Ejecutivo comunitario.

En lo político, el ánimo por construir una Europa unida se ha visto torpedeado por la proliferación de fuerzas ultranacionalistas, que han pasado de  fracciones relegadas a serios contendientes al poder. Su objetivo no es otro que destruir desde adentro las estructuras del proyecto de construcción europea y devolver el control a los gobiernos nacionales.

Actualmente controlan las riendas del Estado checo, polaco, húngaro y británico, y desde el voto a favor del Brexit en junio de 2016 tienen paralizada la integración europea.

A estos desafíos se suman los de seguridad y económicos. Europol afirma que las capitales europeas no sólo seguirán enfrentando ataques terroristas como los de Trebes, París, Manchester y Estrasburgo, sino que probablemente los incidentes se agudizarán. Los expertos en la materia señalan que los recientes atentados en Sri Lanka Christchurch, Nueva Zelanda, ilustraron el papel fundamental de internet para la radicalización, reclutamiento y ejecución de las actividades extremistas.

Considerando que la población en África se duplicará, de mil 256 millones a 2 mil 528 millones para 2050, y el cambio climático será detonante de crisis y conflictos armados desencadenados por la disputa por el control de recursos cada vez más escasos, está previsto que las olas migratorias hacia Europa sean más intensas y frecuentes. En 2015 y 2016 el club comunitario presenció el mayor éxodo de personas desde el conflicto militar global de 1939-1945, registrando más de 2.3 millones de cruces ilegales en sus fronteras externas.

La digitalización y aparición de nuevas tecnologías es otro reto que está poniendo en aprietos el papel de Europa en el mundo, así como sus valores, principios éticos e intereses económicos.

El informe elaborado por el despacho del presidente de la Comisión EuropeaJean Claude Juncker, con motivo de la cumbre sobre el futuro de la UE celebrada en mayo en Sibiu, Rumania, reconoce que el bloque llega rezagado a la revolución digital, en particular frente a Estados Unidos y China, cuyas compañías son hoy las más grandes del mundo (como AppleMicrosoftAlibaba Tencent) y están forjando las nuevas cadenas globales de valor. “Sus productos y servicios, están redefiniendo la manera como los europeos viven, trabajan y consumen”, afirma.

Más allá de sus fronteras, la UE se ve confrontada con una dinámica geopolítica que cambia dramáticamente. El mundo ha dejado de ser eurocentrista, al tiempo que nuevos actores emergen demandando mayor protagonismo, como China y la India. En 2015 el tamaño de la economía europea era seis veces mayor a la china, pero el gigante asiático ha venido cortando terreno y hoy vale 11.4 billones de euros frente a 15.9 billones de los Veintiocho.

El orden multilateral está bajo fuerte presión y el sistema internacional basado en reglas se erosiona ante el desmarque de actores que fueron claves en su definición. La administración del presidente Donald Trump se retiró del Pacto Climático de París y la UNESCO, así como ha implementado políticas xenófobas en violación a la normativa humanitaria.

Aliados tradicionales se muestran impredecibles, como Turquía y Estados Unidos, y ponen en duda el futuro de la alianza militar que ha sido garante de la seguridad europea desde 1949: la OTAN.

La incondicionalidad militar de la Casa Blanca con la OTAN se ha basado en la percepción que se tiene de Rusia como la mayor amenaza, sin embargo, a medida de que la rivalidad con China aumenta, existe el riesgo de que el Pentágono vea más hacia el este.

Ann Mettler, titular del European Political Strategy Centre, el think tank al servicio del Ejecutivo comunitario, está convencida de que la próxima década definirá el futuro de Europa y el papel que desempeñe en el mundo.

“Cambios sísmicos de poder global; presión sobre las democracias liberales; desafíos a la gobernabilidad colectiva; la transformación de los modelos económicos y el tejido mismo de las sociedades; nuevos usos y abusos de la tecnología; patrones demográficos contrastantes; la creciente huella humana en la ecología: el mundo camina hacia un nuevo orden geopolítico, geoeconómico y geotecnológico”, afirma.

“Los europeos tienen dos alternativas: moldear ellos mismos el futuro o ser ociosos espectadores mientras es moldeado por otros”, apunta.

La respuesta pareciera clara, pero no lo es, reconoce la investigadora. Existe la duda de que los europeos sean caces de actuar en conjunto y decisivamente para enfrentar los desafíos y aprovechar la oportunidades que emergen de la redefinición del tablero internacional.

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