Washington.— El año 2020 será una reválida absoluta no sólo para Donald Trump, sino para Estados Unidos como país. Los años de elecciones presidenciales son evidentemente la evidencia más fehaciente de un referéndum a la situación del momento, a la administración en el poder, al partido político predominante; son años de reflexión, de análisis, de mirada al pasado y al futuro.

Esta vez tiene un aire diferente. El terremoto Trump de 2016 sigue con sus réplicas tres años después, y entrando ahora en su cuarto y último del primer mandato, la decisión es si mantener el nivel de ajetreo y disrupción o dar por acabado su reinado. Aceptar que fue una falla en el sistema o un síntoma de algo profundo. Trump volverá a ser el candidato republicano; el dilema está en la maratón que podría ser determinar quién será su rival. En febrero empieza el período de primarias demócratas que no solo servirá para saber quién será el oponente, sino qué alma tiene el progresismo en Estados Unidos.

No será lo mismo elegir una figura centrista y moderada como el exvicepresidente Joe Biden o el joven alcalde Pete Buttigieg, que apostar por el ala más izquierdista de los senadores Bernie Sanders Elizabeth Warren, que dejar que la chequera del filántropo Michael Bloomberg consiga la nominación.

Tampoco mandará el mismo mensaje terminar pronto el proceso de primarias con un candidato inevitable que llegar a una “convención rota” sin aspirante claro y abriendo las heridas ideológicas. Las elecciones lo envolverán absolutamente todo. En un ambiente mediático totalmente y constantemente eclipsado por la política, el año electoral será motor y bujía de un año en el que, desde los primeros días, vivirá hechos históricos que marcarán agenda y el devenir del país.

El primero, sin lugar a duda, será el impeachment’. Confirmada la imputación formal en la Cámara de Representantes, Washington empezará el año inmerso en toda la profundidad del momento histórico que representa: el tercer presidente en enfrentarse a un juicio político en el Senado. No hay secreto en el resultado, no solo por la mayoría conservadora que le asegurará la absolución sino por la ya anunciada colusión entre republicanos y Casa Blanca en el asalto y defensa del presidente.

La única duda es si se convertirá en un espectáculo teatral, uno más de esos momentos televisivos que tanto acaparan espacio en las pantallas. Aunque también habrá que ver cuánto afectará a las elecciones, tanto presidenciales como del Congreso como locales.

En paralelo habrá que ver cómo avanza el país, cómo se diseña la nueva realidad, qué nación sale a raíz del cambio profundo en la composición de las cortes y, sobre todo, los casos que están en la mesa del Supremo.

Un Supremo que tiene en este periodo de sesiones varios casos importantes sobre los que tendrá que tomar una decisión antes de junio: la revisión de la legalidad del aborto (los argumentos iniciales están programados para el mes de marzo), la determinación de si la ley de derechos civiles protege discriminación de gays, lesbianas y transexuales de discriminación laboral; o uno para expandir la tenencia de armas, en medio de quizá uno de los momentos en los que el movimiento para su control está con mayor apoyo que nunca.

Pero sin duda uno de los más significativos será el que se refiere al futuro de DACA, el programa que escuda a más de 500 mil jóvenes mexicanos y otras decenas de miles de otras nacionalidades de la deportación que podría tener los días contados.

La presentación del caso ante los jueces de la Suprema Corte dejó entrever que la decisión no será favorable a los dreamers, abriendo las puertas a una crisis sin precedentes en la comunidad migrante y el último de los ataques con éxito de Trump y su retórica anti-inmigrante.Un nuevo éxito en las cortes en el tema migratorio —ya tuvo uno con la tercera versión del veto a nacionales de países de mayoría musulmana— daría alas y razones a Trump para seguir su cruzada de presión a refugiados y solicitantes de asilo, indocumentados y toda clase de migrantes que quieran llegar a EU y vean como, gracias a las cortes, su viaje es más difícil de lo previsto.

Y hablar de migración es hablar de México. Con el nuevo tratado comercial cerca del punto y final —está previsto que el Congreso de Estados Unidos ratifique el T-MEC en las próximas semanas—, queda esperar cómo evolucionará la relación bilateral: la incógnita de la presión por el control fronterizo, la evolución de la cooperación en seguridad, la incertidumbre si el país volverá a ser piñata electoral como en 2016.

Uno de los últimos casos que se ha añadido a la mesa del Supremo ha sido uno que toca directamente al presidente: los casos que tienen que ver con la autoridad de Trump de mantener su historial financiero fuera del alcance público, sin revelar sus cuentas bancarias ni intereses financieros. Y, por tanto, cómo eso puede afectar a sus decisiones desde el Despacho Oval.

La decisión del Supremo en este caso se producirá lo más probable a finales de junio, cuando la campaña electoral de 2020 sea imparable y domine absolutamente todo.

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