El Papa y el gran imán de Al Azhar condenaron juntos el lunes toda discriminación contra las minorías religiosas y llamaron a la fraternidad, en el segundo día de una visita histórica a la península arábica golpeada por los conflictos y las desigualdades.
Todo el día, el Papa, vestido de blanco, y el gran imán sunita del instituto egipcio Al Azhar, el jeque Ahmed al-Tayeb, de negro, se mostraron juntos de manera fraterna, frente a la gran Mezquita Zayed --una de las más grandes del planeta--, y luego se besaron en la tribuna de la conferencia interreligiosa, bañada por una lluvia de hojas de olivo.
El papa Francisco y el gran imán de Al Azhar, Ahmad Al Tayeb, institución de referencia del islam suní, sellaron en Abu Dabi un documento para promover el diálogo y la paz, durante la primera visita del jefe de la Iglesia católica a Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Este encuentro y diálogo interreligioso había sido impulsado por el Papa y el gran imán de Al Azhar, institución más importante del islam sunita.
Al fin del encuentro, Francisco y el imán Ahmed el Tayeb firmaron una declaración conjunta en que comprometieron los esfuerzos de las dos religiones para "luchar contra el extremismo".
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"¡Al Salamò Alaikum!" ("¡Que la paz esté con ustedes!"), arrancó Francisco su discurso, en que reforzó la idea de la fraternidad, pero que incluyó referencias directas a la realidad cotidiana de los habitantes de Oriente Medio.
Se trata de un discurso de alto significado, ya que fue pronunciado en una región donde aún se constatan desigualdades evidentes y abundan las denuncias de discriminación religiosa.
Arabia Saudita, por ejemplo, prohíbe la práctica de cualquier religión que no sea el islam, pero el papa hizo una encendida defensa de la necesidad de garantizar libertad religiosa.
En su participación en el encuentro interreligioso, el Pontífice formuló un pedido para otorgar "el mismo derecho a la ciudadanía" a personas de diversas religiones.
"Deseo que, no sólo aquí, sino en toda la amada y neurálgica región de Oriente Medio, haya oportunidades concretas de encuentro: una sociedad donde personas de diferentes religiones tengan el mismo derecho de ciudadanía", manifestó.
En su discurso, Francisco insistió en la justicia en general: "una justicia dirigida sólo a miembros de la propia familia, compatriotas, creyentes de la misma fe es una justicia que cojea, es una injusticia disfrazada", señaló.
El pontífice evocó también la no violencia, la paz y el desarme, expresando firme oposición a la utilización de la religión para fines que no sean pacíficos.
Para Francisco, "no hay violencia que encuentre justificación en la religión".
"La fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones, el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra guerra", indicó.
En la visión del pontífice, la guerra es sinónimo de "miseria" y "crueldad".
Por eso, llamó la atención sobre cuatro países que sufren "las consecuencias nefastas" de conflictos: Yemen, Siria, Irak y Libia.
"Juntos, hermanos de la única familia humana querida por Dios, comprometámonos contra la lógica del poder armado, contra la mercantilización de las relaciones, los armamentos de las fronteras, el levantamiento de muros, el amordazamiento de los pobres", dijo.
A todo eso "nos oponemos con el dulce poder de la oración y con el empeño diario del diálogo", agregó.