El presidente Donald Trump está a punto de ser absuelto por el Senado lo que pone fin al tercer juicio político presidencial en la historia de Estados Unidos en el inicio de una tumultuosa carrera a la Casa Blanca.
La mayoría de senadores han expresado su inquietud por la campaña de presión de Trump a Ucrania que derivó en dos acusaciones concreta contra el mandatario: abuso de sus funciones y obstruir la labor de investigación del Congreso. Pero esta cantidad no es suficiente para alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria en una cámara controlada por el Partido Republicano para cumplir el estándar de la Constitución para delitos que supondrían una condena y el cese del presidente.
El resultado esperado el miércoles culmina casi cinco meses de proceso de juicio político, que comenzó en la Cámara de Representantes de la presidenta demócrata Nancy Pelosi y terminará en el Senado del republicano Mitch McConnell, y refleja la implacable división partidista de la nación a tres años del inicio de la presidencia de Trump.
Ningún presidente ha sido destituido nunca por el Senado, y Trump llegó al Capitolio en la víspera para su discurso sobre el Estado de la Unión ansioso por emplearlo como vindicación, un himno político para su candidatura a la reelección. Sus aliados corearon “¡Cuatro años más!”.
El presidente no hizo referencia alguna al juicio político, ni tuvo que hacerlo. El ambiente en la Cámara que lo procesó era tenso. Pelosi rompió su copia del discurso presidencial cuando terminó de hablar Trump.
La votación del miércoles en la tarde se espera rápida. Con John Roberts como juez presidente, los senadores que se comprometieron a hacer una “justicia imparcial” se pondrán de pie en sus escaños al ser llamados y presentarán su voto: “culpable” o “no culpable”.
En el primer artículo del juicio político, Trump está acusado de abuso de poder. En el segundo, de obstrucción al Congreso.
Se espera que pocos senadores se alejen de la línea de votación de su partido, asegurando que el juicio político, marcado por las divisiones ideológicas, resulte en una absolución igual de partidista.
Tanto Bill Clinton en 1999 como Andrew Johnson en 1868 recibieron apoyo bipartidista para mantenerse en el cargo tras el proceso. Richard Nixon renunció antes de enfrentar una revuelta de su propia formación.