Bruselas

Desde la crisis financiera y el ascenso de los partidos de extrema derecha, los líderes europeos han centrado su atención más hacia adentro que afuera, lo que ha provocado un estancamiento del proceso de construcción europea y limitado una proactiva agenda internacional.

En 2019 la mala fortuna seguirá persiguiendo a los europeístas, quienes probablemente presenciarán por primera vez la retirada de uno de sus miembros y gastarán, como ocurre cada cinco años, sus energías en elegir a los encargados de operar el teatro de Bruselas.

El circo montado en Westminster dominará el amanecer del año. Los diputados británicos decidirán en enero cómo termina el drama del Brexit, y si mantienen en el 10 de Downing Street a Theresa May, quien ha perdido la confianza de uno de cada tres miembros de su propia bancada parlamentaria.

Notablemente fragmentados, el cuerpo legislativo británico tendrá que optar por uno de al menos cuatro escenarios posibles: aprueban el plan de May para una salida ordenada de la Unión Europea el 29 de marzo; se arriesgan a pagar el costo de un divorcio sin acuerdo, el cual le saldría a Londres en 100 mil millones de libras (127 mil millones de dólares) al año a partir del 2030, según el National Institute of Economic and Social Research; aplazan la fecha inicialmente prevista para buscar otro pacto o convocan a un nuevo referéndum.

Los jefes de Estado y de gobierno de la Unión esperan que el tsunami del Brexit haya pasado para el 9 de mayo, cuando se reúnan en Rumania. El encuentro ministerial deberá ofrecer una perspectiva sobre el futuro del bloque, que por vez primera comenzará a restar miembros en lugar de sumar.

“Será un momento crucial para que los líderes de la UE ofrezcan una confianza renovada sobre el futuro de la nueva Unión de 27”, afirma el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quien ve con preocupación cómo el más cercano aliado del club, Estados Unidos, toma distancia.

Sin embargo, todo esfuerzo por resucitar a la Unión Europea se verá eclipsado por una lucha de poder entre las diversas fuerzas políticas, entre las hegemónicas (demócratas-cristianos y socialistas), las emergentes (Ciudadanos y La República en Marcha), las antisistema (Francia Insumisa y Movimiento 5 Estrellas) y la ultraderecha (Liga Norte y Frente Nacional).

Los europeos están convocados a las urnas del 23 al 26 de mayo para elegir la nueva composición del Parlamento Europeo, la única institución comunitaria electa por sufragio universal directo. Está previsto que sea una Eurocámara más compacta como resultado de la retirada británica. Habrá 705 candidaturas en lugar de 751.

Una parte sustancial del debate político europeo se consumirá en la elección de los llamados “Spitzenkandidaten”, que representarán a cada una de las familias políticas europeas. Su nombramiento será crítico, sólo el “candidato principal” puede ser aspirante a presidente de la Comisión Europea, uno de los puestos decisivos que estarán en contienda.

Las cinco joyas de la corona institucional comunitaria estarán en juego. Además de la vacante que dejará el titular del Ejecutivo comunitario, estarán en disputa las presidencias del Parlamento Europeo, el Consejo Europeo (máximo órgano de decisión de la UE), y del Banco Central Europeo (el guardián del euro). Igualmente, habrá que buscar el relevo de la italiana Federica Mogherini como Alta Representante de la Política Exterior y rostro de la Unión ante el mundo. Al margen institucional, la Unión deberá afrontar múltiples desafíos generados por la migración, el terrorismo, el pacto climático de París, la defensa del acuerdo nuclear con Irán, entre otros temas.

Está previsto que el presidente estadounidense, Donald Trump, vuelva a su ofensiva, haciendo sentir a la UE como enemiga en vez de aliada. Habrá dos momentos clave: cuando el magnate se entere que Juncker va de salida y no cumplirá con los acuerdos de la tregua comercial pactada en julio en Washington, y en abril, cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte celebre su 70 aniversario, una fiesta que podría ser saboteada por la presión que ejercerá Trump a los “aliados” para que aumenten su gasto militar.

La UE enfrentará los retos con un eje francoalemán que seguirá adoleciendo de sintonía. Luego de cuatro mandatos, la canciller alemana, Angela Merkel, estará enfocada en preparar el terreno para su sucesora al frente de la Unión Democrática Cristiana, Annegret Kramp-Karrenbauer. El presidente francés, Emmanuel Macron, está obligado a demostrar que es diferente al resto de sus predecesores si quiere evitar un recrudecimiento de la mayor crisis de confianza en la clase política francesa desde 1968. Como alerta James Shields, profesor de política francesa de la Universidad de Warwick, Macron corre el riesgo de que al movimiento de los chalecos amarillos se unan otros sectores, un peligroso cóctel que podría contagiar al resto de Europa.

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